Capítulo 8

A la mañana siguiente de todo lo acontecido, Ava seguía tirada en el suelo de su casa, sobre un gran charco de sangre, inconsciente.

Por los alrededores, un curioso Taku merodeaba por Winderburg. Indeciso, daba mil vueltas a todo... "¿Debería volver a ver a Ava? ¿Cómo le sentaría si me presento en su casa para saber cómo está?" pensaba constantemente.

Finalmente, en un acto de valentía, se acercó a su puerta. A través de la ventana, pudo ver, antes de llamar al timbre, a la morena tirada en el suelo. Inmediatamente, llamó a urgencias y forzó la cerradura para entrar.

Le tomó el pulso. Estaba viva, pero muy débil. Su cuerpo estaba frío, había perdido mucha sangre. Al poco llegó la ambulancia, y se la llevaron al hospital más cercano.

Una vez allí, dejaron a Taku fuera de la sala dónde metieron a Ava. Estuvo esperando casi dos horas, pero finalmente salió la doctora:

-"Afortunadamente tenemos a Ava estable. -expuso la médico- Ha perdido mucha sangre y le hemos hecho una transfusión. En principio no debería haber problema con eso siendo el mismo grupo sanguíneo, pero toca esperar. En cuanto a la herida, no hay infección, por lo que limpiarla ha sido bastante fácil. ¿Sabe qué ha podido atacarla?"

-"No estaba con ella, no tengo ni idea... Simplemente la encontré así."

-"Está bien,-suspiró la doctora- esperaremos entonces a que Ava despierte y nos cuente qué pasó. Ahora mismo está sedada, pero puedes pasar con ella si quieres."

La doctora se marchó y Taku entró a la habitación. Efectivamente, como le habían dicho, estaba dormida sobre la camilla. Taku se puso a su lado, se echaba las manos a la cabeza, esperaba de corazón que saliera pronto de ahí.

Pasadas unas horas, Ava por fin despertó, estaba confundida, desorientada, pero reconoció a Taku. Estaba infinitamente agradecida con él, le había salvado la vida.

La médico le preguntó varias veces qué le había pasado, pero ella alegaba que no recordaba nada. Mentira. Tan pronto como empezó a encontrarse mejor, a lo largo del día, acabó pidiendo el alta voluntaria. Esa misma tarde pudo salir de allí acompañada de su amigo.

Llegaron a casa, Taku pendiente de ella en todo momento, se puso cómoda, y se sentó en la cama. La cabeza le daba mil vueltas. Recordaba perfectamente qué le había pasado, el dolor que sintió, la agonía de perder la vida lenta y dolorosamente... Taku se acercó a ella...

-"Ava, puedes confiar en mí, contarme qué te ha ocurrido... Sólo quiero ayudarte pero siento que estás plantando un muro enorme entre nosotros..."-le dijo el chico con una verdadera preocupación por ella

-"Sé que solo buscas ayudar, Taku. Pero no recuerdo nada, ya te lo he dicho varias veces, ya se lo dije también a la doctora. -suspiró- Sólo quiero descansar. Estar sola..."

-"Pienso que estaría bien que me quede y te ayude..."

-"Quiero estar sola...-zanjó Ava- Por favor..."-dijo rebajando el tono brusco del principio

-"Está bien. Pero no olvides que no estás sola. Tienes mi teléfono. Llámame si me necesitas, Ava."

Taku se marchó. Ava sabía que había sido dura con él, ¿le había salvado la vida y ella se lo pagaba así? Pero no podía actuar de otra manera. No quería involucrar a más gente en esto. Ese monstruo era peligroso, y cualquiera que estuviera a su lado corría un serio riesgo de acabar como ella, o peor aún, como los soldados de sus visiones...

-----------

La noche llegó, y con ella dejamos a Ava descansar en casa, y nos desplazamos con Artemisia. Pasó la tarde recogiendo ingredientes por las inmediaciones de su casa. Aquel lugar, desprendía magia, emanaba del ambiente una fuerte energía que hacía notar la presencia de una poderosa bruja como lo era ella. La última de su especie.

Pequeños mamíferos, peces, plantas, raíces de árboles... Todo era necesario para según qué pociones o conjuros, pues, la magia siempre requería un precio por utilizarse, y ella lo sabía bien. Su aspecto, no era por gusto, estaba marcada por la magia. A veces, pequeñas presas eran sacrificio suficiente, otras, en cambio, necesitaba seres más grandes. En ocasiones, la magia la requería a ella misma...

Recolectado todo, bien entrada la noche, sopló y extendió sus manos sobre la mercancía, y ésta desapareció. Se trataba de un hechizo bastante simple de teletransportación. Todo estaría en su casa cuando regresase. Ella, en cambio, caminó. Prefería hacerlo así, andar. Un abuso excesivo de la magia siempre acarrea consecuencias.

No entró por la puerta de su casa, cuando ya sabía que tenía visita. No estaba sola. Pero no tenía miedo. Jamás supo qué era ese sentimiento, y si alguna vez lo conoció, habían pasado demasiados años como para acordarse. Entró al fin.

Theodor la estaba esperando, de pie, tocando todo lo que tenía, moviendo todo de sitio. Eso cabreaba mucho a la bruja. Su casa era su santuario. En ella habitaba una magia inigualable. Cualquier artículo o poción mal manipulada, podría acarrear el caos. Estaba furiosa.

-"DEJA DE TOCAR MIS COSAS, THEODOR"-le gritó

-"Menudo recibimiento... Yo aquí esperando que aparezcas, ¿y así me saludas? ¿Qué estabas haciendo?"

-"¿Necesitas explicaciones?-se burlaba Artemisia- Qué coño quieres, vampiro..."

-"Supongo que lo de siempre... Que hagas magia de esa tuya y me digas dónde está la piedra de Astaroth..."

-"¡Otra vez con esas!-exclamó cansada- Ya hice todo lo que estaba en mi poder para darte una ubicación, cuando latió su fuerza por última vez... ¿Tan inútil eres que no logras encontrarla solo?"

-"¡Y TÚ TAN INÚTIL ERES QUE ERES INCAPAZ DE ENCONTRARLA ESTANDO EN LAS MANOS DE UN PUTO HUMANO!"-el ambiente se iba caldeando, y Theodor ya había perdido los papeles, tenía la mecha bastante corta y prendía sólo con soplar. Giró noventa grados sobre sí mismo, dejando a un lado a Artemisia, se llevó las manos a la cabeza y mordió su propia lengua hasta hacerla sangrar. Cuando notó esa corriente cálida caer por su propia garganta, volvió a girarse y agarró por el cuello a la bruja. No tenía ni él mismo claras sus propias intenciones, pero volvía a estar preso por la ira. Pero no todas las presas son igual de fáciles...

Artemisia no tenía la fuerza bruta del vampiro, pero su magia y su poder superaban al de Theodor con creces. Un destello rojo emanó de su interior expulsando a Theodor de su lado y arrastrándolo contra la pared. Cayó al suelo. En el mismo, un círculo de fuego rodeaba a la bruja, que empezó a sobrevolar sobre sí misma. Con la voz mucho más agua que de normal, y algo distorsionada, soltó su amenaza:

-"Sal de mi casa ahora mismo o te arranco los colmillos y me hago un collar con ellos"

Realmente, la bruja en ese estado daba miedo. No era ni ella misma, y Theodor era consciente. Se levantó del suelo y salió echo un demonio de allí. Le esperaba un largo camino aún para llegar a su mansión.

Con Theodor fuera, la bruja volvió en sí misma, y sin darle más importancia a lo ocurrido, siguió con sus cosas como si nada. ¿Porqué no acabar con Theodor de una vez y así exterminar un mal mayor? Artemisia tenía el don de la premonición, algo que no conocía nadie, de esa manera evitaba mil preguntas. El destino de cada ser debe ser descubierto de él mismo, si lo saben de antemano, cambia el futuro, y ella sabía que el vampiro estaba destinado para algo más grande que todo lo que había y estaba viviendo.

------------

Desde la mansión, se pudo escuchar como llegaba el coche de Theodor. Por el frenazo que pegó, nada iba bien. Godfrey y Agatha estaban en la planta de arriba, en una de las habitaciones. Hoy apenas se había cruzado con su señor, pero Agatha se puso muy nerviosa por su vuelta.

-"¡AGATHA!"-se escuchó gritar a Theodor desde la lejanía muy cabreado.

La híbrida, miraba a Godfrey, perdida. Éste le acarició la cara y le sonrió para calmarla. -"No te muevas de aquí"-le dijo mientras él salía para encontrarse con su amo.

Bajó las escaleras, Theodor seguía gritando el nombre de la pelirroja, pero no fue ella a quién vio llegar, sino a su vástago.

-"No te estoy llamando a ti, Godfrey, haz algo de provecho y trae a la híbrida aquí o iré yo a buscarla..."

Godfrey se plantó frente a él. -"Déjala en paz, Theodor, no pagues con ella tus frustraciones..."

-"¿Mis frustraciones dices?- rió como un maniático mirando a su alrededor, a los segundos, su rostro, serio y aturdido, plantó su mirada en su vástago, y en un acto reflejo, y sin ser plenamente consciente de lo que estaba haciendo, lo golpeó tan fuerte que lo tumbó en el suelo- Mírate... Eres patético... Sangrando en el suelo por intentar proteger a una zorra de mierda... ¿Acaso pensabas qué podías ser más fuerte que tu propio creador? No me hagas reír..."

Nada se revolvía en su interior, sólo existía la ira. Miraba a su vástago, aquel al que tanto amaba, y no sentía nada. Godfrey intentó ponerse en pie, pero su amo lo volvió a agarrar estampándolo contra la pared.

Agatha lo estaba escuchando todo desde arriba, se sentía impotente, ella no era rival para Theodor, pero algo tenía que hacer sino quería ver a su chico muerto. Bajó corriendo hasta dónde ellos se encontraban.

-"¡BASTA, BASTA!-le gritó- Aquí estoy, déjalo en paz..."

Theodor, que tenía agarrado a Godfrey, al verla aparecer, lo soltó, y ella fue corriendo con el rubio para ayudarlo. Apenas podía mantenerse en pie, había recibido una buena paliza. Agatha lo miró, su rostro hinchado por los golpes, cubierto de sangre... ¡Él no merecía algo así!

-"Mira lo que le has hecho...-dijo Agatha mirando a Theodor- Es tu vástago. Cada golpe que le has dado te ha dolito hasta a ti, y aún así, casi lo matas..."-ella seguía intentando sostener a Godfrey como podía, pues, al ser híbrida, no poseía todas las cualidades de un vampiro medio, y esto incluía la fuerza sobrehumana.

Theodor, al ver el escenario, la sangre en el suelo, su vástago derribado, sintiendo el dolor que Godfrey sentía, dió un golpe en la pared y pegó un fuerte grito que casi hacen temblar los cimientos de la mansión. Las palabras de Agatha le habían hecho reaccionar, darse cuenta de lo que acababa de ocurrir. Del dolor que había infligido. Se acercó al rubio, haciendo a un lado a la pelirroja, se cortó con una de sus garras la muñeca, y ofreció su sangre al vampiro para que bebiese y así obtener una sanación más rápida. Godfrey aceptó.

A los segundos de beber, empezó a sanar y a recobrar su fuerza. Theodor se fue al despacho, y se encerró tras un portazo. Agatha miró a Godfrey, estaba a salvo, lo abrazó, y, al sentir sus cálidos brazos sobre ella, se derrumbó...

-"Te quiero..."- le dijo Godfrey mientras sentía las lágrimas de ella caer sobre sus hombros...