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Capítulo 26

No eran las once de la mañana y la oscuridad ya reinaba sobre el cielo de Europa. Los vampiros se arreglaron, elegantes para la ocasión, y se dirigieron al punto de encuentro dónde tendría lugar la fiesta. Un antiguo, y majestuoso palacio los aguardaba, repleto de joyas y monumentos de todas las épocas. La grandeza de aquel lugar era incalculable. Sus jardines, verdes y en flor, parecían un laberinto destinado a contener a los enemigos, pero nada más lejos de lo estético y lo estravagante.

Theodor, junto a los suyos, avanzaban por aquellos floreados pasillos, decididos, sin mirar atrás, aunque había uno de ellos, Godfrey, quién no quitaba la vista de encima a Agatha, envuelta con unas ondas rojas perfectas en el pelo, y un vestido verde con flecos propio de los años veinte. Iba radiante. Pero no era eso lo que llamó la atención del rubio, no, sino su actitud chulesca y decidida, y sobre todo sus oscuros ojos, aquellos que desprendían odio y maldad.

En un arrebato, Godfrey frenó el paso, dejando que el resto del clan, decididos, avanzaran sin darse cuenta de su baja, y agarró a la pelirroja tapándole la boca para no dejar que nada saliera de ahí. La llevó tras unos arbustos, quedando ambos escondidos de miradas indiscretas.

-"¡Suéltame ahora mismo!"- le gritó Agatha desaciéndose de él con fuerza

-"¿Qué coño te ha hecho?"

-"¡Ahora soy más pura, como vosotros!"

-"¡NO! -la encaró Godfrey- ¡Ahora eres un monstruo más! ¡Mírame!- la agarró de la barbilla e hizo que lo mirara fijamente- Esos no son tus ojos, ¡No eres tú!... No eres la Agatha de la que me enamoré..."

Ambos quedaron en silencio unos instantes, Agatha seguía con aquella mirada oscura, decidida, en cambio Godfrey, conforme pasaban los segundos, iba tornando su rostro a lamento, a rabia, ¡no podía permitir que le pasase nada a la mujer a la que quería! Sus ojos, llenos de tristeza, miraron sus labios, aquellos decorados esa noche en un rojo carmín perfecto, tan bonitos, tan jugosos... Levantó su mano, y le acarició la mejilla, pasando su pulgar por ellos, untando la yema de su dedo de aquel tono...

-"Me enamoré de la Agatha humana, aquella que no conocía la maldad, aquella cuya sonrisa me recibía cada noche alegrando así mi triste vida. Quiero que vuelva, la quiero a ella."

Tras la declaración de amor, la besó, la besó dulcemente, sin dejar de acariciar su blanca piel, sin dejar de oler aquel perfume a rosas que llevaba, la amaba tanto... Una lágrima cayó por la mejilla de la híbrida, acabándo ésta sobre la mano de Godfrey, y después vino otra, y otra más. El rubio la miró, no sabía qué estaba pasando, pero antes de decir nada, ella se adelantó, y con la voz entrecortada dijo:

-"Lo siento... Lo siento tanto... - no dejaba de llorar- He sido una estúpida, ¡una necia! Jamás podré perdonarme todo el daño que te haya podido causar..."

Godfrey limpió sus lágrimas como pudo, para que no se viera afectado su maquillaje, y habló:

-"Yo si te perdono, y con eso debes quedarte. Es fácil ser embaucada por algo superior, por algo divino, pero no lo es reconocer el error, y aquí estas, ante mí, llorando. Me duele verte así, pero más me dolía ver en lo que te estabas convirtiendo, así que, llora, desahógate si lo necesitas, pero prometeme una cosa: nunca dejes de ser tú. Nunca te vuelvas a ir de mi lado..."

Ella le sonrió, sus ojos habían vuelto a su tono normal, y, aunque seguían cayendo lágrimas por sus ojos, ya no eran lágrimas de desasosiego, sino de alegría y esperanza. Volvían a estar juntos, y eso era lo único que importaba en esos momentos.

Mientras Godfrey y Agatha estaban viviendo una emotiva reconciliación, Theodor, junto con Miguel y Sextus llegaron a la entrada principal del castillo. Desde sus posiciones, ya podían oír el alboroto interior, los gemidos incontrolables que venían de algún rincon del inmenso lugar, los llantos y el dolor de la cena que se estaba sirviendo en su interior, las risas, los corchos de las botellas de vino desprenderse del vidrio... Theodor tomó aire, y lo expulsó exageradamente, había llegado el momento, debían cruzar esa puerta. Se giró hacia sus vástagos, y fue entonces cuando notó la ausencia de dos de ellos.

-"¿¡Dónde están Godfrey y Agatha?! - Miguel y Sextus se miraron, pero no abrieron la boca, no hacía falta- ¡No lo puedo creer! ¡Menuda panda de inútiles!"

-"¿Te molesta que hayan parado a follar por algún arbusto?"- se burló Miguel

Harto, y sin ganas se seguirle el juego a su primogénito, levantó el brazo para afligirle un castigo, pero en un intento quedó, pues tras él apareció Petar:

-"¿Llegas el último y pretendes montar tu propia fiesta aquí fuera?- Theodor bajó la mano, miró a Miguel, éste le devolvió la mirada, y rodó los ojos, estaba cansado de que nada le saliese bien, pero Petar continuó- Eres el nieto de Astaroth, deberías estar dentro junto a mí, y a mi hija, y dejar los correccionales para la intimidad de tu clan."


-"¿Has venido para recordar mi árbol genealógico? Estoy cansado de que siempre que me veas me recuerdes que soy el hijo de alguien, o el nieto de alguien..."

-"Deja las payasadas para el circo de tu casa, y acompáñame, te estamos esperándo dentro..."

Theodor se giró, miró a sus vástagos, especialmente a Miguel, y se fue junto a Petar, al interior del castillo. Aunque no perdieron la oportunidad para hablar por el camino:

-"Veo que no has traído a la híbrida, mejor, no hacía nada aquí, al igual que he visto una nueva cara..."-dijo Petar

-"Mi híbrida está fuera, por supuesto que ha venido, y Sextus es mucho más vampiro que cualquiera de los pijos de mierda convertidos que habrás traido tú."- zanjó Theodor, quién tenía pocas ganas de discutir

Conforme iban andando, iban encontrando salas: en unas habían jaulas con humanos dentro, algunos vivos, otros ya desangrados; en otras, grandes orgías montadas con todos los vástagos del vampiro mayor, Petar; en otras simplemente se conversaba mientras bebían vino... Theodor, en silencio, observaba cada una, ¡era increíble la cantidad de vástagos que tenía Petar! Aunque también habían vástagos de otros vampiros mayores, aunque estos ya no estuviesen con vida.

De una de las salas, salió una joven con una copa de vino en la mano, la dejó rápidamente, y dió un beso en la mejilla a Petar. Theodor la miró, eclipsado, su largo cabello negro brillaba cómo la mismísima luna, el olor que desprendía a mar le hizo cerrar los ojos y suspirar, transportándolo a alguna costa dónde antaño viviera alguna aventura salvaje, y su escote, lo miraba y se mordía el labio, deseoso por arrancarle ese corset y disfrutar de todo lo que pudiera esconder...

-"Mi querida Darla, -le dijo Petar a quella joven, dejando claro ante Theodor que era su hija- te presento al único descendiente directo de nuestro creador y señor supremo, Astaroth. Él es Theodor."

-"Un placer."- dijo ella mientras miraba directa a los ojos de Theodor, el cruce era mutuo

-"¿Me concedes un paseo por los jardines exteriores? -le preguntó el vampiro- He visto que están en flor y bajo las estrellas de esta larga noche tienen un brillo especial..."


Cuando quería, Theodor podía ser muy persuasivo a la par que galán. Darla miró a Petar, buscando su consentimiento, y éste se lo concedió con un gesto sutil. Caminaron por los largos pasillos del palacio hasta llegar a su final. Ante ellos, el gran laberinto. Darla agarró de la mano a Theodor, como si de una pareja formal se tratase, y siguieron caminando.

-"Mi padre me contó el porqué de celebrar este eclipse. Me dijo que lo hacemos en honor a Djall y su maldición. -comenzó Darla- Es... Emocionante ver cómo se cumplen las tradiciones."

Otra vez alguien que le menciona a un miembro de su familia... -"¿Y la emoción te hace agarrarte a lo primero que encuentras?- la miró, había sido un borde, lo sabía, pero no soportaba que toda esa parafernalia fuese en honor a su padre- No me conoces de nada, podría hacerte daño..."

-"Igual soy yo la que podría hacerte daño a ti..."- le contestó Darla

-"¿Tú a mi? -sonrió descaradamente- No me hagas reír..."

-"Mira, -dijo Darla soltando su mano y encarándolo- vamos a dejar de fingir que esto es un paseo romántico y lo nuestro ha sido un flechazo. Ambos conocemos nuestro destino y sabemos lo que conviene a nuestra especie, por eso estamos aquí. Tú eres el descendiente directo de Astaroth, el único de toda esa rama que queda con vida, y yo soy la única hija disponible del último mayor con vida. Nuestro destino es estar juntos, por el bien de nuestra especie, por preservar la poca pureza que queda en ella. Así que, podemos hacer esto por las buenas, o por las malas, y te aseguro, que por las malas soy la peor."

Theodor la miraba perplejo, y no podía negarlo, le encantaba lo que veía, y no sólo por el físico, sino su actitud, su personalidad arrolladora. Sonreía.

-"¿Sonríes? -preguntó darla más relajada- Bueno, eso es porque sabrás, que igual que puedo ser muy mala, también puedo ser muy buena, y eso os hace felices a los hombres."

-"¿Y a vosotras no os hace felices?"

Darla rió. No quería dar más explicaciones, no era el momento, aunque las miradas que ambos se echaban no decían lo mismo. El ambiente se caldeaba por momentos.

A lo lejos, se escuchaban pasos, mezclados entre risas y breves conversaiones, Theodor cerró los ojos, reconocía esas voces. A pocos metros de ellos, Godfrey y Agatha hacían su aparición, muy acaramelados entre sí. Theodor se giró hacia ellos furioso.

-"¡Apareceis ahora! ¡No tenéis vergüenza! ¡Sois escoria...! -gritaba- Primero me desafía Miguel, ahora tú con este acto de rebeldía... ¡No os dais cuenta de que sois mis vástagos! En el futuro, vosotros ocuparéis el puesto de *vampiro mayor*"

-"¡Me importa una mierda el puesto en esta sociedad elitista!"-le contestó Godfrey

-"¡PUES A MI NO! - gritó desesperado Theodor- Os elijo minuciosamente para no tener basura entre los míos... Fuertes, decididos, guerreros... No vas a echar eso a perder por una híbrida... ¡No lo voy a permitir!"

-"¡La misma híbrida a la que ayer te estabas follando, no?"

Theodor se acercó a escasos centímetros del rubio, desafiante, decidido, enrabietado, y le susurró:

-"¿Porqué no le preguntas a ella por su juego? ¿Eres consciente de que ella misma se bajaba las bragas?"

Agatha, apartada en un segundo plano, agachaba la cabeza. Pero Godfrey no se quedó atrás en responder a su amo:

-"¿Crees que soy idiota? ¿Qué nunca supe de que iba vuestro juego? Pero me da igual, Theodor, ¡me da igual! Porque la quiero, y tú querías lo mejor, ¿no? Supongo que ella es la hija de Petar, ya la tienes, tienes lo mejor, déjanos en paz a los demás..."

Theodor calló. Miró hacia atrás, al lugar donde estaba Darla, y vió su cara de extrañeza ante lo que estaba pasando. ¿Realmente quería lo mejor? Sí, lo quería, la quería a ella, aunque supusiese dar la razón a su vástago...

Mientras todo esto acontecía, en una pequeña sala del palacio, apartada del resto, se encontraba Miguel, solo, apoyado en la pared, mirando fijamente el reloj que tenía en frente, cuando una de las vástagas de Petar, entró.

-"El tiempo no se acelera cuando lo miras fijamente. -le dijo aquella joven, de cabello y ojos oscuros- ¿Qué haces tan apartado del resto?"

Miguel rodó los ojos para mirarla, pero sin mover un músculo de su cuerpo, luego volvió a mirar el reloj de pared que tenía enfrente y habló:

-"Si estoy en esta puta sala, SOLO, es porque quiero estar SOLO, no me interesa el puterío que tenéis montado por cualquier esquina de este palacio."

-"Al menos sabemos que no vamos a contraer ninguna enfermedad mortal... -bromeó la chica para romper el hielo, pero aquello era demasiado frío para poder nisiquiera rajarlo- A mi tampoco me interesa la finalidad de esta fiesta, si estoy aquí es porque mi amo me lo ha pedido, y yo vivo para servirlo."

-"Genial, una fanática..."- susurró para sí mismo... Esta vez, sí giró la cabeza para mirarla, pero algo no iba bien, aquella mujer podía verlo en su cara, la expresión corporal de Miguel cambió, hizo un gesto de silencio para que la mujer no dijera nada. Pasaron varios segundos, intensos, pero desconcertantes. -"Algo no va bien, la noche se ha callado, el viento ha dejado de soplar, los pájaros de cantar... ¡Hay que salir de aquí! -se movió rápido- Reúne a los tuyos y evacúa el palacio, este lugar no es seguro."

Así habló, y así hizo. La mujer, Enea, salió rápida a por los suyos, a por su amo, y Miguel recorrió varias salas hasta dar con el paradero de Sextus, quién estaba con una joven retozando en una de las salas exteriores.

-"¡Nos vamos, Sextus! ¡Ahora!"- ordenó Miguel al soldado

-"¿Qué ocurre? ¿Porqué tanta prisa?"

-"La noche ha cambiado, tenemos que salir rápidos."

-"¿Y Theodor y Godfrey?"

-"Preocúpate de salvar tu propio culo, y deja que ellos salven el suyo, ya son mayorcitos... Que venga la chica también, hay que salir de esta ratonera..."


Y no se equivocaba, pues una ratonera podía llegar a ser. Muy cerca de ellos, estaban los lobos acechando y planeando su inminente ataque, y de cómplice, la luna.

-"Fuego..."- susurró Greg al alfa de la manada, y así hicieron.

El fuego arderá sobre los cimientos de este antiguo palacio, deborando las almas que encuentre a su paso, decidido, sin freno, sin temor a perder. Las llamas se propagarán rápidas, no dejarán cuerpos con vida, sólo los que hayan tenido la oportunidad de escapar.

Enea dió aviso a su señor, Petar, pero éste fue en vano, pues no eran más que meras suposiciones de alguien que no quería estar en aquella fiesta. Dió media vuelta y salió en busca de Miguel, quién en esos momentos se dirigía a los jardines juntos con Sextus y la joven que lo acompañaba. Se toparon de frente con Theodor y Godfrey.

-"¿Qué hacéis aquí fuera?"- preguntó muy serio Theodor

-"¿De verdad estáis tan distraídos con estas pijotadas que no os dais cuenta de que un mal acecha?"- contrapreguntó Miguel al aire. Todos callaron, y a lo lejos, llegó Enea. -"¿Vienes sola? ¿Dónde está tu señor?"

-"Me ha dicho que si de verdad pienso que algo va mal, que establezca un perímetro de seguridad y no moleste más..."-respondió ella


Miguel se llevó las manos a la cabeza, no podía ser... ¿De verdad era tan complicado subirse los pantalones y salvar tu propia vida? ¡Allá ellos!

El viento volvió a soplar tras un largo parón, y en el cielo podía verse una bandada de pájaros desplazándose en dirección opuesta. Todos miraron, pues no lo hacían en silencio, sino bajo un palpante pánico. Theodor cerró los ojos, podía sentirlo, ahora sí estaba notando aquella sensación de la que hablaba Miguel. Los abrió, y con ellos, su demonio interno, pues brillaban cual estrella fugaz.

De golpe, una explosión hizo temblar toda la tierra, haciendo que medio palacio saliera volando por los aires, y el otro medio se viera deborado por el fuego.

Desde la posición de ellos, se escuchaban gritos, llantos, lamentos... Aquel atentado se acababa de cobrar cientos de vidas de las suyas, de los vampiros más puros.

Darla gritaba llamando a su padre, pues él se encontraba dentro de palacio, y Enea hizo el amago de ir a socorrer a su gente, pero Miguel la agarró del brazo y la detuvo, -"Es un suicidio."- le dijo mientras le impedía continuar. A lo lejos, unos pocos supervivientes corrían despavoridos de allí, algunos intactos, pues ya se encontraban en las afueras de aquel lugar, otros malheridos o en llamas... Entre ellos se encontraba Petar, el vampiro mayor, que corría junto con el resto para ponerse a salvo. Pero era una salvación ambigua, pues en cuestión de segundos se vieron rodeados de licántropos, ya en su forma animal.

Aquellas bestias enfurecidas, que no cesaban de aullar a la luna y salibar mientras arañaban el duro cemento con sus enormes garras... El plan les había salido perfecto, ya solo quedaban unos pocos a los que matar con su fuerza bruta. Lobos a la derecha, lobos a la izquierda... No había salida para aquellos desgraciados, la cacería acababa de empezar.

Petar logró esquivar aquel encierro y siguió corriendo, pero rápidamente frenó. Ante él tenía a Greg, aún en su forma humana, pues al lobo le encantaba que le viesen la cara, le encantaba que sus víctimas supiesen que era él su verdugo.

-"¿Dónde vas tan rápido, vampiro?"- le dijo mientras sus afiladas uñas iban convirtiéndose en garras, mientras su cuerpo iba cambiando cada músculo, cada hueso, hasta convertirse en una enorme bestia.

Petar mostró sus colmillos, estaba listo para pelear, de hecho, no era la primera vez que ambos se veían arrastrados por el odio, no, era algo que venía de siglos atrás...

-"¡Padre!- gritaba Darla desde su posición- ¡Ayúdalo!"- le dijo a Theodor

Éste la miró, al igual que estaba observando toda la estrategia montada por los lobos, ¡apenas había pasado todo en unos segundos! Hizo un gesto a sus vástagos para moverse e ir a cazar a aquellas bestias, pero tras él, un aullido intenso e inesperado retumbó. Theodor se giró, se trataba del alfa, Cassian, en su forma animal.

Miguel corrió junto con Godfrey y Sextus, la misión era simple, matar a todos los lobos que sea posible y proteger a los que queden con vida.

Enea cogió a las chicas y las apartó de la zona, cubriendo ella sus espaldas, pues para eso formaba parte del cuerpo de seguridad de Petar, y, en este caso, proteger a la hija de su amo era prioridad.

¿Y su amo? Era un vampiro mayor, debía saber defenderse de Greg, y en esas estaba, en un cuerpo a cuerpo con el lobo, aunque de poco le sirvió, no iba armado, no estaba preparado, por mucho que esquivó, golpeó, hirió..., la fuerza bruta y el tamaño del lobo de Greg eran superiores, y pronto terminó su batalla. Greg lo agarró en uno de sus ataques por el cuello, con tanta fuerza, que lo rompió. Los huesos al partirse retumbaron por todos los jardines, rompiendo al mismo tiempo algo en el interior de su hija, pues no sólo compartían sangre, si no también un vínculo parental, y por ende, sufrimiento. Calló al suelo sobre un terrible dolor, podía sentir cómo se perdía la vida de su padre, su último aliento. El cuerpo de Petar calló, y sobre él, un victorioso Greg, el cual se regocijaba aullando a la luna, y destripando a su víctima por mero placer.

Seguimos en el mismo espacio-tiempo, y es que, habían tres frentes abiertos a la par. Uno de ellos lo acabais de vivir. El segundo se daba lugar en las zonas más próximas del palacio, medio destruido, y deborado por las llamas. Los lobos habían rodeado a los vampiros supervivientes y poco a poco, uno a uno, iban acabando con las vidas de todos. El paisaje era desolador. La sangre corría por el suelo como si de un afluyente se trarara. Podían verse miembros despedazados por donde echaras la vista. Podían verse y contarse los cadáveres por decenas, apilados, sin ningún cuidado.

Miguel, Godfrey y Sextus, aparecieron de la nada para socorrerlos, pues cabe destacar, que prácticamente ninguno de los supervivientes era guerrero, o había visto a un licántropo.

Un lobo se tiró sobre uno de los pocos vampiros que aún respiraban, pero en un visto y no visto, Sextus se abalanzó sobre la bestia, desviándolo de su objetivo.


Ambos cayeron al suelo, pero recuperaron la posición rápidamente. Sextus era un recién convertido, nunca antes había visto alimañas similares, pero él era un guerreo, un soldado, no debía temer a nada que tuviera delante, sólo luchar por la gloria y la victoria, y en esas estaba. Con los dientes afilados, y sus uñas tiesas y fuertes cómo garras, plantó cara a la bestia, entrando en un cuerpo a cuerpo bastante intenso, hasta que, finalmente, el animal dió media vuelta y salió de aquel lugar, prefieriendo salvar su vida. Sextus miró al cielo y gritó, bien por su victoria o por no haber rematado a su víctima, en cualquier caso, celebraba a su manera.

En otro extremo, Godfrey saltó rápido sobre los muros que dividían el palacio de los bellos jardines, y se plantó frente a otro de los lobos. Entre ambos, una joven rubia suplicando por su vida.


Godfrey le hizo un gesto para que aquella muchacha saliera de allí, y así hizo, dejando a vampiro frente a bestia. El licántropo plantó cara al rubio, el cual estaba furioso, odiaba a los lobos más que a nada en el mundo, y es que, el vampiro, arrastrará ese odio durante toda su vida. Ambos avanzaron, pero Godfrey se agachó y pasó por debajo de sus dos patas, agarrándolas con fuerza y tirándolo al suelo. Una vez derribado, subió sobre la bestia, y con las manos, agarraba su largo morro, con ira, con desesperación. Comenzó a seprar sus brazos, haciendo presión sobre los propios colmillos de su oponente, cada vez más y más, el lobo intentaba reincorporarse, pero todo esfuerzo fue en vano. Separó tanto sus brazos que le partió la mandíbula, y en un ataque de furia descontrolada, se la arrancó de su cabeza, acabando así con la vida de aquel lobo. Éste, una vez muerto, poco a poco fue recuperando su forma humana, y con ella, el descuartizamiento que le habían hecho. La víctima era León.


Por último, en el extremo más alejado del jardín, uno de los lobos estaba destripando una de sus víctimas en el suelo, cuando, tras él, llegó Miguel. Sin pensarlo, agarró al lobo de las patas traseras, y con una fuerza arrolladora, lo arrastró varios metros, dejando tras de sí un hilo de tripas y sangre, estampándolo contra uno de los muros. Tal fue la fuerza del impacto, que la sólida piedra de este, se resquebrajó en dos.

El lobo quedó aturdido y desorientado. Miguel lo miraba fijamente, sabía que tenía que actuar o pronto sus heridas regenerarían. Caminó sin quitarle la vista de encima hasta el animal, y, allí, se abalanzó sobre la bestia. Por su cabeza pasaron mil formas que acabar con su vida mientras lo observaba detenidamente: arrancarle el corazón, romperle la garganta, destriparlo cómo estaban haciendo ellos con los suyos...

Pero no, ninguna le gustaba, ¿qué era él? Un vampiro, pues entonces que sepa lo que es ser mordido por uno, y sin darle más vueltas, abrió la boca, mostrando como nunca antes sus largos colmillos, agarró el cuello de su víctima, y la mordió, pero no era un mordisco común, no, le mordió con rabia, de una forma totalmente salvaje y brutal, rompiendo cada tendón que encontraba, cada músculo... Destrozando a su presa y escupiendo su sangre después. Poco a poco, con cada rotura, aquella bestia dejó de serlo para mostrar su forma humana, dando paso a Rory, la única loba de la manada.


Su vida se escapaba desesperadamente... Miguel paró, y se quedó mirándola, al mismo tiempo que sintió una presencia mayor tras él. Un lobo de más de dos metros le acechaba, jadeaba constantemente para salvar aquella vida. Miguel se levantó, sabía de qué lobo se trataba, Elías, se desabrochó el botón de su chaqueta, dejando su torso al descubierto, y se giró lentamente, mirando de reojo al gran licántropo que tenía a sus espaldas.

Tras el lobo, aparecieron Godfrey y Sextus, no sería un combate justo, tres contra uno, y aquel lobo sólo buscaba el cuerpo de su compañera. Miguel suspiró, algo pasó por su cabeza, un acto de humanidad quizás, quién sabe, pero se apartó del cuerpo moribundo de Rory, dejando que Elías cogiera a su loba, a su amiga, a su amante, y saliera de allí.

Ya no quedaban lobos en la parte alta, los habían espantado a todos, dejando a uno como cadáver. El paisaje era desolador. Ríos de sangre, tripas y vísceras por cualquier rincón donde alcanzara la vista, y centenares de cadáveres, sin contar los cientos que no habían logrado salir vivos del palacio y a estas alturas ya estaban abrasados por las llamas y chafados por los escombros.

Mientras todo esto acontecía, recordemos que Cassian, el alfa de la manada, se presentó ante Theodor en su forma licántropa. La sangre del vampiro se enervaba por momentos, tener delante a su mayor enemigo, aquel al que creía muerto hasta hace poco, hacía que toda su rabia, que toda su frustración saliera a la luz. Tras él, las chicas, custodiadas por Enea, aunque en esos momentos, Theodor ya se había olvidado de ellas. Cara a cara con la bestia, ésta dejo atrás su forma animal, y ya como Cassian habló:

-"¿Te alegras de verme, vampiro?- se recochineaba entre risas, pero Theodor no abrió la boca- Siempre en silencio... ¿Preparado para que te marque el otro ojo?"-zanjó

Y con su última pregunta, volvió a invocar a su lobo mirando a la luna, abriendo sus brazos y su alma a ella. Cada músculo desgarrado, cada hueso adaptándose a su nueva forma... Una transformación así era dolorosa para cualquier lobo, pero no para él, Cassian la disfrutaba como nadie.

Ahora sí, bestia y vampiro, frente a frente, había llegado la hora. Los ojos de Theodor brillaban como nunca, sus uñas, afiladas, y sus colmillos aumentando el tamaño, estaban listos para el ataque. Cassian aulló, y tras su grito de guerra, enseñó sus grandes garras y sus afilados dientes al vampiro. De casi dos metros y medio, su lobo era el más grande de toda la manada, capaz de intimidar a cualquiera, pero no a Theodor.

El lobo dió un salto, que en un primer momento daba la impresión de abalanzarse sobre el vampiro, pero nada más lejos, lo dejó atrás, yendo directamente donde sabía que podría hacer más daño, hacia las chicas. Enea vió el movimiento y veloz, apartó a Darla del camino, su señor ya no vivía, así que ahora debía su vida a su hija.

Theodor se percató también de la estratégia, el corazón se le aceleró de un segundo a otro, Agatha estaba allí, y algo dentro de él se rompió, un sentimiento que jamás había conocido, una emoción que nunca antes había experimentado... Con una velocidad sobrehumana, la apartó de su camino, al mismo tiempo que Enea lo hacía también con Darla, dejando una única víctima posible en el camino del lobo, la joven vampiresa que iba con Sextus.


La bestia, calló con todo su peso sobre aquella joven, clavando sus garras fuertemente en sus extremidades bloqueando así cualquier intento de escapatoria, y, acto seguido, aplastando el tórax de la chica con una de sus zarpas y arrancándole el corazón. Furioso, gruñó al resto que habían quedado con vida.

Theodor miró a Agatha, podía ver el terror en sus ojos, pero físicamente estaba bien.

Se levantó lentamente y se giró hacia el lobo, estaba realmente enfadado, era hora de sacar la artillería pesada, y es que, él no era un vampiro común, su sangre era única, el único de su linaje, el nieto de Astaroth. Levantó sutilmente sus brazos, y un escalofrío recorrió los cuerpos con vida de todos los allí presentes, lobo incluido. Una ventolera, arrastrada desde el sur, golpeó con fuerza las copas de los árboles, y con ella, una bandada de murciélagos comenzaron a rebolotear al rededor de su señor, a la espera de una orden.

Enea agarró a Darla y corrieron en busca de un lugar seguro.

-"Ve con ellas."-le dijo Theodor a Agatha con una voz aplastante y poco humana. Ella obedeció.

Un sólo gesto con las manos le bastó al vampiro para dar la orden que aquellos bichos alados necesitaban. Todos juntos, comenzaron a sobrevolar a Cassian, arañándolo y mordiéndolo con sus diminutos colmillos.

A base de zarpazos, el lobo logró deshacerse de ellos, aunque aturdido, ese era el momento de Theodor. Rápido lo agarró del cuello, lo arrodilló ante él y se pronunció:

-"¿Pensabas que podías venir aquí, tocar a los míos, y salir bien parado? Erraste..."

Su voz, muy lejos de ser como la de siempre, tirando más a un demonio que un humano habló, y con ello, sus garras cada vez se aferraban más y más a su cuello, apretando, con fuerza, esperando un deselace catastrófico para el licántropo, que intentaba escapar a base de movimientos y aspamientos con sus extremidades, y, en una de esas, antes de poder Theodor finalizar su trabajo, logró herir con sus garras en abdomen del vampiro, haciendo que éste suelte por inercia. Cassian era libre, y huyó, junto con el resto de su manada.

Incrédulo ante lo que acababa de suceder, Theodor miraba la escena.. ¡Se le había escpado el maldito lobo! Reaccionó al fin tras varios segundos, y se miró la ropa rota y llena de sangre, espacialmente la camisa, cabreado al verse la herida, se la arrancó terminando de romperla. Sus manos, llenas de sangre, tanto propia como de Cassian, le gritaban desesperadamente "bébeme", o eso creía su mente perturbada, y con cierta chulería, pasó su lengua por todo su antebrazo, terminando por la punta de sus dedos, relamiendo bien estos.

Luego, miró más allá, buscando a sus vástagos, a Darla, y a Agatha, todo había acabado, los lobos habían huído, ya no estaban en peligro, solo tocaba ver la cuantía de los daños ocasionados.

Theodor andó hasta la ubicación de Darla, ésta, estaba tirada en el suelo, junto al cadáver de su padre, llorando desconsoladamente. Paulatinamente, al mismo punto, llegaron Miguel, Godfrey y Sextus, acompañados de los poquísimos supervivientes de la velada. Todos miraban el cadáver de Petar, especialmente sus vástagos, que ante la pérdida de su amo, quedaban completamente libres de cualquier yugo, pero, aún libres, tenían miedo, pues con la muerte del último *vampiro mayor*, empezaba una nueva jerarquía, dónde la sangre pura mandaba, Theodor mandaba, y sus vástagos serían los nuevos *mayores*.

-"¡Vosotros,-habló Theodor- bendecidos por la noche, complacidos por los placeres de la vida eterna, y aquí estáis, muertos de miedo, cubiertos de sangre, socorridos por los míos! ¡Vuestro amo no os enseñó a luchar, no os entrenó! ¡Sois escoria! Y ahora... ¿Os creeis libres? ¡Pues no lo sois! ¡No nos une ningún vínculo de sangre, pero a partir de ahora sois míos, de mi propiedad! ¡Me veréis y os inclinaréis ante mí! ¡Besaréis el suelo que yo pise! ¡Me obedeceréis en todo! ¡Tenéis totalmente prohibido convertir a nadie, ese derecho es exclusivamente mío! ¡La única forma de preservar nuestra pureza! ¡Mis hijos serán vuestros superiores, los nuevos *mayores*! Y yo seré vuestro Dios..."- finalizó alzando sus brazos a la larga noche, mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por su propio ego

Había dictado sentencia, todos debían obedecer, y así hicieron, generandole una reverencia, al fin y al cabo, un Dios no merece menos, ¿no? Aunque dosde ellos, quedaron ergidos.

-"No eres nuestro amo, y mucho menos nuestro Dios"-dijo uno de ellos, mientras el otro lo acompañba asintiendo con la cabeza y la mirada

-"Muy bien, -respondió Theodor- vosotros lo habéis querido... -Con un gesto con la mirada, sus vástagos ya sabían qué hacer, Sextus agarró a uno de ellos del cuello, y con fuerza, le rajó la garganta, Miguel hizo lo propio con el compañero. Ya no habían más rebeldes. - ¿¡Hebéis visto lo que ocurre cuando desobedecéis a un Dios!? ¡No los toméis como ejemplo o acabréis igual!"

Ante sus propias palabras, el panorama desolador que les rodeaba, y el reciente nacimiento de una divinidad, Theodor dió media vuelta y caminó unos pasos.

-"¿Dónde vas?"-le preguntó Godfrey

A lo que Theodor contestó envuelto en su propia locura gobernada por la furia:

-"A por lo que es mío..."

De la nada, un manto de noche, pura oscuridad y maldad, lo rodeó, lo levantó unos metros, y dejando un intenso olor a azufre, desapareció, dejando a todos los allí presentos desconcertados...



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