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Capítulo 24

El sol quemaba más que nunca a pesar de que aún era temprano, y las primeras luces hacían brillar los tejados de los emblemáticos edificios y templos. Era el día esperado por todos, la ejecución de Sextus, pero una sorpresa llevaron todos cuando, al ir a la celda a por el soldado, no estaba. Enfurecido, Lucius agarró a Marco y lo apartó del bullucio de la gente, que aguardaba espectante para ver aquel sufrimiento, un espectáculo para ellos en verdad, y del resto de soldados.

-"¿¡Dónde está?!- le exclamó el General sin obtener ninguna respuesta por parte de Marco, el cual permanecía callado sin saber exactamente qué contestar- ¡No lo puedo creer! ¡Tú estabas al mando, Marco! ¿¡Cómo ha podido desaparecer sin más?!"

-"Ya te lo he dicho antes, General, hemos estado haciendo guardia toda la noche, por la puerta no ha salido, y no voy a permitir que se dude de mi palabra..."-dijo Marco serio

-"Muy bien. -zanjó Lucius- ¡Os quiero buscando a ese cobarde traidor hasta que aparezca! ¡Sin descanso si es preciso!"

Tras esto, Marco agachó la cabeza, ofreciendo a su General un gesto de reverencia, dio media vuelta, y se alejó de aquel lugar para obedecer órdenes.

Lucius en cambio, se quedó en el mismo lugar clavado, dando mil vueltas a la cabeza, sabía que Sextus jamás aparecería, sabía en su interior con quién estaba. Desesperado, gritó a la nada, dejándose escuchar por toda la ciudad. Tras él, una sombra era visible, y por la armadura recia y la larga capa, sabía de quién se trataba.

-"No sé porqué sabía que vendrías..."- dijo el General dándose la vuelta y fijando su mirada en Tito

-"¿Dónde está ella?"- preguntó cruzado de brazos Tito

Sin dar una contestación, Lucius dio tres paso hacia él, y con su mejor derechazo, lo tumbó al suelo. Entre soyozos y gemidos, el General Tito se levantó como pudo, "qué fuerza tiene el viejo este" pensaba mientras recobraba la compostura.


-"Da gracias a que tengo mejores cosas que hacer ahora mismo, -dijo Lucius- de lo contrario, te aseguro que esparciría tus tripas por todo el desierto."

-"Me lo creo...- suspiró Tito mientras por fin conseguía reponerse del golpe- No he venido a pelear, Lucius, de hecho mírame, vengo solo. Sólo estoy buscando a mi mujer... -Lucius lo miró sorprendido sin saber bien qué decir- Eres un hombre de honor, un General con un nombre, no me negarás ver a mi esposa..."

Lucius se echó las manos a la cabeza, ¡en qué momento se habían casado!, ahora ya daba igual, no podía negar al General Tito ese derecho. Caminaron hasta la domus y cruzaron la puerta. Al fondo estaba Alypia, sentada en en *peristilo*. Se acercaron a ella.

-"Alypia, -comenzó Lucius- ha venido a verte tu MARIDO..."

La joven, que estaba entretenida viendo los coloridos peces de la fuente, escuchó con énfasis aquella palabra, marido, y rápidamente se giró hacia ellos. Sorprendia y avergonzada, agachó la cabeza, en señal de resignación, en cambio, Tito, la miraba fijamente, había huido de sus obligaciones como esposa, tenían una conversación pendiente. Lucius era consciente de la tensión del ambiente, así que, sin decir nada más, salió de allí en busca de Ava.


Entró en el dormitorio y allí estaba ella, sentada en el borde de la cama. Su apariencia no era como siempre, aquella alegría que desprendía constantemente se veía apagada, y Lucius se percató de ello, de hecho, ya llevaba varios días viéndola así. Caminó hasta ella y se sentó a su lado.


-"¿Qué te ocurre?"- preguntó mirándola

-"No lo sé... Tengo mal cuerpo, supongo que la cena de anoche me habrá sentado mal."

-"Llevas aí varios días, no creas que no me he dado cuenta... Si estás enferma debería verte el médico."

-"¡No! De verdad, no quiero que te preocupes, en un rato se me pasa...- intentó calmar Ava -¿Cómo ha ido todo..?"

Nuevamente el General se echó las manos a la cabeza, ¡menuda mañana estaba llevando!

-"No ha habido ejecución... Sextus se ha... Esfumado. -suspiró profundamente- Y para rematar, el General Tito ha venido a buscar a mi hermana... Está fuera con ella."

Ava lo miró, en ese momento, dejó de encontrarse mal de forma externa, pero no en su interior, pero no quería transmitirle más preocupaciones a Lucius, no lo merecía.

-"A veces, los baches que nos pone la vida, son por algo. Todo pasa, y nada acaba mal. Mírame a mi, ya me encuentro mejor, era solo malestar de la cena..."

Lucius giró la cabeza hacia ella, nada estaba bien, y ya era demasiado viejo para saber qué le estaba pasando. Se levantó, y le tendió la mano. Ava la aceptó.

-"Es tempano, sal y toma aire fresco. Te vendrá bien."- dijo Lucius

-"¿Y tu dónde vas?" -preguntó curiosa

-"Tengo que resolver un asunto con urgencia."

Y así hizo. Salió por la puerta y caminó. Caminó largo largo, en principio, sin rumbo, dando mil vueltas a todo, pensando especialmente en Ava y ese *malestar* que la acechaba durante días, hasta que finalmente comprendió todo. Sabía qué tenía que hacer, había llegado el momento.

Se dirigió a la gruta, atravesando el umbral de oscuridad y desasosiego que alertaba a los viandantes que retrocedieran, pero él no lo hizo.

Una vez dentro, aquella penumbra inicial desapareció, y un halo de mágia inundaba aquel majestuoso lugar. Lucius lo observaba con detenimiento, aunque más que contemplar el lugar, parecía que estaba buscando a alguien... Tras él, una sombra negra apareció, volviéndose más nítida a cada suspiro, se trataba de Artemisia. Vestida con un largo vestido negro, y capa a juego, cubriendo así su rostro, y proporcionando misterio sobre ella misma.

-"¿Te quedaste con ganas de más y por ello has vuelto, General Lucius?"- se burló la bruja

-"Sabía que aparecerías... Sólo he venido a preguntar una cosa, pues tu siempre lo sabes todo. -Artemisia no habló, sólo escuchó, pues conocía la pregunta, y también el desenlace de todo, aunque, peculiarmente, no estamos observando a la bruja del futuro, sino a una joven Artemisia con mucho camino aún por andar- El pago de Ava, ¿está saldado? Necesito, con urgencia, saberlo, pues de no estar ejecutado aún, quiero negociar."

-"Ese pacto está hecho con una bruja futurista, mi yo de dentro de dos mil años."

-"¡Pero tu sabes todo! ¡No importa que *tú* haga el maldito trato! -cada vez, Lucius iba incrementando el tono hasta finalmente explotar, pues no veía especial interés en la bruja por ayudarlo- ¡YA TE LLEVASTE A MI MUJER, NO VOY A PERMITIR QUE TE LLEVES LA VIDA DE MI HIJO!" -gritó furiosamente encarándola

Y Artemisia desapareció, sin dejar rastro, dejando a Lucius con la palabra en la boca. -"MALDITA BRUJA"- gritaba constantemente al aire, pues no había nadie para recibir aquel insulto. Cansado y saturado, con lágrimas en los ojos, cayó al suelo, impotente.

-"Sé lo que estás pensando- dijo de nuevo la bruja, que apareció tras él, aunque, esta vez, Lucius tenía ante él a la misma bruja con la que Ava hizo el trato en su futuro- ¿Estarías dispuesto a hacerlo?"

-"Cuando Livia se marchó, quedé solo, muerto en vida. Hasta la llegada de Ava, era un cadáver caminando entre los vivos, llorando a cada minuto por haberla dejado marchar. No soportaría perder también a mi hijo, y es un sufrimiento que también quiero ahorrarle a su madre."

-"Será doloroso para ti lo que me estás proponiendo. -dijo la bruja, a lo que Lucius se levantó y la miró, aunque la dejó seguir hablando- Te honra tu valentía, General, no todos son capaces de hacer lo que tú harás."

-"Soy un soldado, morir es mi destino. -suspiró- Supongo, que Ava volverá a su mundo cuando todo termine. -Artemisia asintió- Te pediría, por último, que mi hermana la acompañe, aquí no tendrá a nadie una vez que yo no esté, y con su marido jamás será feliz..."

-"Disfruta del tiempo que te otorgue este trato, General, ya está hecho."


-----------



*CARTA A AVA*


"No soy muy bueno escribiendo, aunque mis padres me dotaron de una buena educación. Tampoco lo soy expresando mis sentimientos. Supongo que lo único que se me ha dado bien en esta vida es la guerra... Aún así, no sé el tiempo que me quede de vida, horas, quizás días, lo ignoro, pero necesito desahogarme, escribirte mis miedos, aquellos que recorren cada vena de mi cuerpo y no me dejan avanzar ni mirar hacia el futuro, futuro que ya no existe para mí.

Necesito que sepas que he amado cada paseo que hemos dado, en el cual sólo he tenido ojos para ti, pues ni la diosa más hermosa podría superar tu belleza, tu alegría, tu corazón...

Necesito que sepas que he sido el hombre más feliz y afortunado, que llegaste para acabar con la penumbra que me atormentaba, y otorgaste una luz infinita y radiante a mis días. Has sido mi sol en el día, mi estrella en la noche.

Necesito que sepas que tu voz ha sido la melodía que necesitaba escuchar mi alma, pues no existe un tono más bonito que el tuyo, aquel que con cada palabra hace temblar hasta mi armadura, pesada y oxidada por el tiempo.

Necesito que sepas que jamás imaginé tener a mi lado a alguien tan dulce, buena y compasiva como lo eres tú. No he sido digno de ti, pues a veces he perdido la poca cordura que me ofrecías, y, aún así, has estado a mi lado. Espero que algún día puedas perdonarme.

Pero, creeme cuando te digo, que sin haberte merecido, has hecho mejor persona a este viejo soldado de aquí, frío y áspero como el mismísimo invierno. Tú has calentado mi corazón para evitar que muera congelado. Pero, ¿cómo no hacerlo? Si cada vez que me miras, esos ojos verdes iluminan mi alma, y me muestran el camino correcto...

Sólo le pido a la vida, que tras mi muerte, sin saber con exactitud dónde iré, no los olvide jamás, porque sé que ellos me guiarán al cielo y me sentarán junto a mi familia, y allí, esperaré paciente volver a verte, mientras me deleito rodeado de amor, pues junto a mi padres y abuelos, jamás me faltará el cariño. Tengo muchas ganas de volver a verlos.

Necesito, que le digas a Alypia, que me perdone, nunca fui un buen hermano, nunca le di un hogar estable, siempre la llevé de país en país, de guerra en guerra, y eso es algo que carga mi corazón. Sé que contigo estará bien, la vas a cuidar como a una hermana, y eso es algo que celebra mi alma.

Necesito que sepas, que sin poder verlo, sé que serás la mejor madre del mundo. No voy a negar, que llegados a este punto no veo con claridad, pues mis ojos se ven inundados por un mar de lágrimas, pero, daría mi vida por vosotros, una y mil veces. Siempre por vosotros.

Me causa una gran tristeza no poder conocer a mi hijo, aquel al que tanto anhelé en vida, no saber qué será, a quién se parecerá... Espero que sus ojos sean igual de bonitos que los tuyos, verdes como las hojas de los más hermosos rosales.

Quiero finalizar esta carta dándote las gracias, por haber aparecido en mi vida, por haber acabado con mis demonios para ofrecerme luz y paz, por haberme enseñado a disfrutar de las cosas más comunes y sencillas a tu lado, por haberme dejado disfrutar el aroma de tu piel, aquella que huele a lavanda fresca.

Perdóname por no tener el coraje de decirte todo esto a la cara, pero no quiero empañar los últimos momentos a la tu lado, no quiero verte sufrir, no quiero que se apague tu infinita sonrisa. Nuestra almas volverán a ser una, no tengo dudas, pero mientras no llega ese momento, sé feliz, te lo mereces.


Fdo, Lucius"



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