Un terrible grito de dolor rompÃa la hermosa mañana que hacÃa en Henford Bagley. Asustados, las bandadas de pájaros que cantaban posadas en las ramas de los árboles más próximos, volaron despavoridos, y, tirada en el suelo del salón, Agatha, retorcida de dolor, sobre un charco de sangre. Efectivamente, se habÃa puesto de parto con más de un mes de antelación.
Miguel llegó corriendo, tan rápido como sus habilidades le permitÃan, y al verla, se echó las manos a la cabeza, ¡aún no era el momento! Pero ya daba igual, habÃa llegado su hora.
Como pudo, agarró a Agatha, que gritaba de dolor mientras sus lágrimas se fundÃan con su propia sangre, y la llevó hasta la habitación, recostandola en la cama, y apilando todos los cojines que encontró sobre su espalda, para que la pelirroja estuviera cómoda.
Al rato, llegó Ava, junto con Aly y Tecna, y, aunque estas dos quedaron en el salón, a la espera de ver qué pasaba, Ava, aún embarazada también del último mes, entró para ayudar.
-"¿No deberÃamos de llamar a un médico o llevarla a un hospital?"- preguntó la joven
-"No es humana, Ava, -respondió Miguel- no voy a arriesgarme a llevarla a un hospital sin saber qué puede nacer y cómo. No, además, está perdiendo mucha sangre, necesitará alimentarse al terminar."
-"Muy bien, entonces, ¿a cuántos partos has asistido como matrón?"
Miguel torció el morro y la miró: -"A ninguno, pero he visto pelis, ¿no puede ser tan difÃcil, no? Ella empuja y yo... ¿tiro del bebé?"
-"¡Deja de decir tonterÃas! -dijo muy nerviosa Ava- Hay que mirar de cuantos centÃmetros está dilatada, no puede empujar sin tener espacio."
-"¿Lo miras tú...?"- soltó un Miguel con cierto asco, a lo que Ava rodó los ojos y fue ella misma
Mientras, Agatha seguÃa llorando y muriendo del dolor. Apenas llevaba cuatro centÃmetros, no era suficiente, habÃa que esperar. Pasaron un par de horas, y mientras en la habitación se esperaba el parto, en la sala, Tecna y Alypia limpiaron la sangre y esperaban.
-"Recuerdame que nunca tenga hijos..."-Dijo la pelirosa asqueada
-"Pues yo siempre he querido niños, -replicó la morena- era lo que se esperaba de mi, aunque si te soy sincera, cada vez que soñaba con formar una familia sólo se venÃa a mi mente una persona, y ya no está."
-"¿El soldado del que siempre hablas?"- preguntó curiosa Tecna
-"Sólo los hubiese tenido con él... -suspiró profundamente- Pero ya no importa, no es mi prioridad ser madre... Supongo..."
Mientras, en la habitación, Agatha ya estaba lista para dar a luz, pero algo no iba bien. Miguel la miraba, y la veÃa más pálida que nunca, sin fuerzas. Sus ojos, comenzaron a cerrase lentamente sumiéndose en una profunda oscuridad. Rápido, Miguel le agarró la cara, aún llevando él las manos cubiertas de sangre y le habló:
-"Agatha, no es el momento de caer en las sombras, abre los ojos por favor... -pero la pelirroja no reaccionaba- ¡Joder Agatha abre los ojos!"
-"¿Qué le ocurre?"- preguntó angustiada Ava
-"Se muere... Se está muriendo..." - Miguel se separó de su lado muy nervioso, mientras Ava se acercó e intentaba que reaccionara, pero era en vano. Asustado, y gritando, dió un golpe con la mano a la encimera de la habitación, haciendo que ésta cayera al suelo de la misma fuerza del golpe- "se muere..."- volvió a murmurar para sà mismo, hasta que de repente, algo en él se iluminó, y salió de la habitación y miró a Tecna, ¡sólo ella podÃa ayudar a Agatha!
La cogió del brazo y la miró fijamente:
-"Se muere... -le dijo con los ojos vidriosos- Necesita tu sangre, cómo aquel dÃa que me salvaste, porfavor..."
Desconcertada, asintió con la cabeza, y lo acompañó dentro. Una vez allÃ, Miguel la guió hacia ella y le cogió la mano, clavando una de sus uñas en el torrente sanguÃneo de la muñeca, y con cuidado, abrió la boca a Agatha, para que las gotas de sangre cayeran dentro.
-"Está inconsciente, ¿funcionará?"- preguntó Tecna mientras veÃa un chorro de su sangre caer sobre la garganta de la pelirroja
-"Ojalá que sÃ."- le respondió muy serio
-"Miguel, -habló Ava- despierte o no, ese bebé estaba listo para salir, o lo sacamos ya, o ambos morirán."
Llevaba razón, pero sin Agatha para empujar solo podÃan sacar a ese bebé de una forma... Agarró un cuchillo, afilado, y se posicionó junto a ella. Cerró los ojos, y bajo un gran suspiró, rezó para sà mismo entre murmuros mientras cortaba:
-"¡Tecna no dejes de darle sangre!"- dijo entre oraciones en alto para seguidamente seguir con su rezo
Y con la ayuda de Ava, consigiueron sacar a una pequeña niña. Ésta lloraba, ¡estaba sana!
Ava la cogió y la cubrió con su propio cuerpo, agarrando una toalla para limpiarla, entretanto, Miguel cosió a Agatha, con hilo y aguja, y mientras lo hacÃa, seguÃa murmurando oraciones que jamás pensó que volverÃan a salir por su boca desdepués de tantos siglos.
Cuando terminó, se levantó, cubierto de sangre, miró a Ava, la niña estaba bien, eso le reconfortó; miró a Agatha, y no pudo más que suspirar y esperar. Ella era una hÃbrida, de normal, su cicatrización no es tan rápida como la de un vampiro de buena sangre, y si a eso se le sumaba un embarazo de la primera lÃnea sanguÃnea... No, no las tenÃa todas consigo, ni siquiera sabÃa si la sangre de Tecna funcionarÃa. Solo quedaba esperar.
Las chicas se fueron de allÃ, para no molestar más. Ava llevó consigo a la niña, pues nada hacÃa con una madre al borde del abismo, pero Miguel aguardó allÃ, sentado a su lado, vigilando cada suspiro, limpiando constantemente la herida... Se negaba a dejarla sola, a su suerte.
Pasadas unas horas, la herida comenzó a cerrar paulatinamente, y, aunque dolorida y atontada, Agatha abrió los ojos.
-"Miguel... - susurró al verlo a su lado- ¿Dónde está...?"
-"La niña está bien, a salvo, junto a Ava. -Agatha lo miró y sonrió- Si, es una niña."- le confirmó Miguel le devolvÃa la sonrisa
-"Gracias. Por todo. Por no separarte de mi lado. -le agradeció la pelirroja mientras seguÃa recostada en la cama con claros sÃntomas de dolor. Miguel asintió con la cabeza y Agatha continuó- Siempre me has dicho que lo haces porque te recuerdo a alguien, háblame de ella."
Miguel la miró y agachó la cabeza para hablar:
-"Era mi hermana. De ojos azules y cabello caova, con la piel blanquita... Tan diferente a mis padres... Me sacaba tres años. Mi madre siempre nos contaba, que cuando ella nació, en nuestra comunidad gitana, decÃan que era el mal, que no era hija de mi padre, y ante el peligro que esto suponÃa, desde RumanÃa, emigraron al sur de España, y allà nacà yo. En aquel lugar no habÃa gente como nosotros, de nuestra raza, y los años nos pasaron muy rápidos, felices. Pero cuando mi hermana cumplió los dieciocho, mi madre empezó a enseñarle cositas... Siempre han tomado a nuestras mujeres como brujas, y, aunque no lo eran, conocÃan pequeños hechizos, fáciles de hacer, y poco a poco se fue corriendo la voz. Recuerdo aquella noche como si fuese ayer. Mi hermana, con veintidos años, junto con mi madre, fueron arrestadas y arrastradas hasta la hoguera. A mi padre lo mataron intentando defenderlas, y a mi me ataron frente a ellas para que las viera arder. TenÃa diecinueve. Gritaban y lloraban mientras las llamas las rodeaban, calentando sus pieles, calcinando sus ropas... Cuando todo acabó, aún con sus cuerpos envueltos en llamas, se marcharon todos, el circo habÃa terminado para ellos, y me dejaron allà atado, solo frente a sus cadáveres y el calor que proporcionaban aquellas llamaradas. La noche aún era joven, y a mi se me agotaron las lágrimas y la voz de tanto gritar y maldecir. Pero, ¿sabes quién apareció? Theodor. Me prometió venganza, y me mordió, convirtiéndome en su primer vástago. Antes de acabar aquella noche, me dijo que debÃa alimentarme, me dió libertad para elegir mi presa, y fui a casa del hombre que ordenó matarlas. Lo agarré del cuello, con todas mis fuerzas, y le rajé la puta barriga de gordo que tenÃa, y, aún vivo, saqué todas sus putas tripas, y lo solté. No bebà nada aquella noche. Lo dejé agonizando con todos los intestinos sacados. A la noche siguiente, volvà junto con Theodor, y maté a todo aquel maldito pueblo, no dejé a nadie con vida. Me sentà tan... realizado, ¡tan vivo!"
-"Pero eso no te devolvió a tu familia."
-"Es cierto, pero volverÃa a hacerlo una y mil veces. No me arrepiento de nada." -zanjó Miguel
-"¿Cómo se llamaba tu hermana?"- preguntó Agatha
-"Opala, es el femenino de una piedra preciosa, simboliza serenidad y espiritualidad."
-"Me gusta... -sonrÃo la pelirroja- ¿Sabes? Creo que ya sé como se va a llamar mi hija, Opala."
Miguel le devolvió la sonrisa, y le acarició las mejillas, susurrándole un "gracias" para disimular lo emocionado que se sentÃa. Agatha pronto estarÃa con su hija, sana y salva, gracias a Miguel, y la protección que le brindó Artemisia en su momento.
Pasadas unas semanas, Ava dió a luz en el hospital más cercano a un grandullón al que llamó Lucio, en honor a su padre.
Y poco después, pasados unos meses más, Darla. Dando a luz en casa, rodeada con el calor de todo el clan, y asistida por los antiguos vástagos de su padre. Theodor, feliz, acogÃa en sus brazos a su primogénito, un varón fuerte al que llamaron Thorin.
Aunque la dicha fue momentanea, pues la sombra de Sauron y la posible llegada de Nazareth los abrumaba, y no podÃan dejar que nada tapara aquel mal que se cernÃa sobre ellos.
Pasaban las noches, y no habÃa rastro sobre el paradero del enemigo, ni siquiera de Miguel, el cuál prometió hacerse cargo. en su despacho, meditando acerca de todo ello, Theodor hizo llamar a Sextus.
-"Todos los nuestros buscan pistas de Sauron, y nada. -Empezó Theodor su discurso- Y en quién tenÃa plena confianza, Miguel, hace mucho que no aparece por aquÃ. Él es un perfecto rastreador, sólo él podrÃa dar con ese alborotador de la paz."
-"¿Y porqué me cuentas esto?"- replicó Sextus
-"Porque tengo una misión para ti. Hace un tiempo, encontré a Miguel viviendo en una casa abandonada, en un pueblo de montaña en Suiza. -Sextus lo miró extrañado- No me pongas caras, soldado, no está tan lejos como parece. La cuestión es, que es posible que ya no se encuentre allÃ, pero necesito que vayas y te asegures."
-"¿Y porqué no vas tu?"
-"¿¡Estás cuestionando una orden?! ¡Lo que me faltaba! -exclamó Theodor- Mira, no me hagas enfadar, coge el puto coche, sigue el puto GPS que te deje marcado, y si está allÃ, lo traes aunque sea arrastrado por los pelos, porque lo necesito."
-"Bueno, asà al menos salgo, porque ya estaba aburrido de estar aquà encerrado."
-"¡Y yo estoy aburrido de escuchar todo el puto rato a Andrea Bocelli! Me tienes la cabeza a punto de implosionar, ¡vete ya!"
Sextus sonrió, dió media vuelta, y salió hacia el coche, obedeciendo a su amo.