Tras un soporÃfero viaje en coche, al fin, Theodor y Adriel llegaron a un pequeño pueblo de montaña, en la misma Alemania. Grandes pinos y arbustos abrazaban aquel pintoresco lugar, arenoso y con una gran llanura rodeada con altas montañas, aún asÃ, su acceso fue fácil, ya que una gran autopista conectaba con él, cortando una de las tal majestuosas montañas que ejercÃan de abrigo.
Aparcaron el coche a unos metros del lugar donde se dirigÃan, y caminaron, pues querÃan pasar desapercibidos. Tras varios minutos a pie, llegaron al destino. Frente a ellos una modesta casa pintada en blanco, con un amplio jardÃn delantero.
-"Es aquÃ."- dijo Adriel señalando el lugar
-"¿Estás seguro? No siento la presencia de ningún lobo..."- Adriel asintió sin volver a mediar palabra y Theodor caminó acercándose a la entrada, y dejando al vampiro atrás.
Con cuidado, abrió la puerta forzando levemente la cerradura. Todo estaba oscuro.
Se detuvo en la misma entrada y cerró los ojos, seguÃa sin sentir al lobo, pero sà notaba una presencia humana muy cerca. Guiado por su instinto, caminó hasta la habitación, donde la joven novia de Viggo, Ania, dormÃa. Theodor se quedó mirándola, ¡qué deleite para la vista! Pero sabÃa que no tenÃa tiempo, y no podÃa entretenerse en el placer, además de que era muy probable que Darla captara el olor nada más verlo. Definitivamente, era una mala idea. La obsrevó unos instantes más, hasta que finalmente se le encendió la bombilla.
Bruscamente, agarró a la chica del cuello, haciendo que está se despertara entre gritos y dolor.
-"Shhh... -le susurró en el oÃdo mientras le tapaba la boca con la mano- Tranquila, todo está bien, no voy a hacerte daño... Ahora, vendrás conmigo, en silencio, serás una buena chica... ¿Verdad? Porque no me gustarÃa degollar un cuello tan bonito..."
SÃ, efectivamente, el vampiro estaba usando sus encantos para apaciguar a la bestia, y estaba dando resultado. Ania se calmó, quedando como una balsa de aceite, parada, frente a Theodor. Éste seguÃa sin sentir al maldito lobo, y antes de hacerle nada a ella, necesitaba una prueba de que estaba en el lugar correcto. Miró por todos los cajones de la cómoda de la habitación, habÃa ropa de hombre, sÃ, pero no estaba buscando eso, sino una foto, un nombre, algo que delatara al licántropo. No habÃa nada. Cabreado, echó un último vistazo, y vió el móvil sobre la mesilla. Lo cogió, y se lo entregó a la chica, -"muéstrame la galerÃa"- le dijo dando una orden, y ella obedeció. ¡Bingo! Ahà estaba el lobo, tan idéntico a su padre... Tan idéntico a Godfrey...
Cogió el móvil y lo lanzó contra la pared, rompiéndolo en pedazos, agarró a Ania por el brazo, con fuerza, y la arrastró hasta donde se encontraba Adriel.
-"Llévala al coche, átala y vigilala. Ahora voy yo."
Adriel obedeció y Theodor volvió a entrar en la casa, pero esta vez, para dar la estacada final. Buscó papel y lápiz, y dejó una nota pegada en la misma puerta de entrada:
"Tengo a tu preciosa humana. ¿La quieres? Ven a por ella."
Junto al texto importante, añadió la dirección, y feliz, caminó hasta el coche.
Volvieron a la mansión, esta vez acompañados de Ania, maniatada y fuera de los efectos hipnoticos de Theodor. Gritaba y se revolvÃa, haciendo que todo el clan saliese a ver qué estaba ocurriendo, entre ellos, Godfrey.
Con fuerza, Theodor arrastró a la joven por todo el complejo, hasta llegar a una de las habitaciones, donde la encerró. Tras él, llegó su vástago, Godfrey. Su cara de no entender nada marcó una sonrisa enorme en el rostro de su amo, que habló:
-"A ti te estaba esperando, Godfrey. Entra en la habitación, la joven te espera."
Theodor hizo un gesto con la mano para que el rubio entrase. Extrañado, sabiendo que nada bueno podÃa salir de ahÃ, obedeció. Ante él, tirada en el suelo, llorando y suplicando por su vida, Ania.
-"¿Te gusta, Godfrey? -preguntó Theodor revoloteando sobre él- ¡Es un bombón! Alta, guapa... Creo que rebuscando entre sus cosas he leÃdo que era modelo... Sabes, Godfrey, nunca os he dejado que convitais a nadie para ahorraros el sufrimiento de cargar con esa persona eternamente, pero, fÃjate tú, ¡hoy estoy exultante! Hazla tuya, ¡conviértela!"
-"¿De dónde la has sacado?"- preguntó Godfrey, muy a sabiendas que su amo no daba puntada sin hilo
-"¡Oh, cierto! ¡Qué no os conocéis! Te presento a Ania, tu nuera."
Godfrey lo miró atónito, nervioso, ¡no era posible aquello que su amo le estaba pidiendo! ¡Cómo iba a convertir a la pereja de su hijo! ¡En qué lugar le dejarÃa frente a él!
-"¡Deja de mirarme con esa cara! -refunfuñó Theodor- ¡Podemos hacerlo por las buenas, o por las malas! ¡Conviértela!"
Aquello era una orden, ante eso, no podÃa hacer nada, no podÃa luchar contra su amo. Agachó la cabeza, miró a aquella joven, que seguÃa suplicando por su vida... DebÃa hacerlo. Se acercó a ella, lentamente, tembloroso, y se agachó para ponerse a su nivel, -"perdóname por lo que estoy a punto de hacer"- le dijo, y sin más rodeos, la agarró del cuello, con ternura, y la mordió, dejando que las bacterias de sus fluidos penetrasen en su torrente sanguÃneo para que se de a cabo la conversión.
La joven cayó al suelo obnubilada por los efectos de la mordida, mientras Godfrey, experimentaba, por primera vez, una extraña sensación, un vÃnculo especial que ahora, y hasta que la muerte los separe, los unirÃa para siempre.
De fondo, comenzó a escuharse voces entre los vampiros, al fin habÃa llegado. Theodor salió disparado a la entrada, junto con el resto de la casa, y ante todo el clan, un único lobo: Viggo.
-"¡Dádmela sin hacerle daño y yo tampoco os haré nada!"- gritaba Viggo desde cierta distancia para con los vampiros
-"Mi señor, -dijo uno de los vampiros, antiguo vástago de Petar- no sabemos si viene solo, ¿atacamos o vamos a por la munición?"
-"Tranquilos, - habló Theodor- viene solo, yo lo he llamado. Entrad todos, ¡ahora!"
Los vampiros obedecieron. Todos entraron en la mansión, incluido Theodor, y tras él, cerró la puerta principal. El lobo, descolocado, empezó a gritar al aire, mientras, dentro la mansión, Godfrey al fin bajó para ver qué estaba ocurriendo, pues su prioridad ahora mismo era aquella joven.
-"¿Qué está ocurriendo?"- preguntó el rubio aún sabiendo cuál era su respuesta
Theodor no le contestó, sólo sonrió, y con un único gesto con la cabeza, ordenó a todos que se dispersaran de aquel recibidor. Godfrey, por su parte, salió corriendo, encontrando a su hijo, nuevamente, frente a él.
De golpe, empezaron a temblarle las piernas, asà como las manos, aún asÃ, paso a paso, fue acercándose a Viggo hasta tenerlo cara a cara.
-"¡No te acerques más, asqueroso vampiro, y dámela!"
-"No... No puedo hacerlo... No ahora... "-dijo tartamudeando
-"¿¡Qué le has hecho?! - pero Godfrey no contestaba, simplemente observaba sus azules ojos bajo el manto de la más absoluta tristeza- ¡Respóndeme sucia rata chupasangre!- gritó mientras empujó a su padre, envuelto en una descontrolada ira, pero el vampiro no reaccinó, simplemento aceptó el golpe.
Desquiciado, y ante la pasividad del vampiro, asestó un golpe tras otro, sin parar, dejando a un Godfrey arrodillado ante él, asimilando cada puñetazo que el lobo le daba.
-"¿¡Pero porqué no te defiendes?! ¡Vamos! ¡Defiéndete!" -le gritaba Viggo ante la necesidad de ver que era una pelea justa
-"Si tienes que matarme, hazlo, pero no me pidas que me enfrente a ti, prefiero morir a hacerte daño, hijo."
-"¡Deja de decir tonterÃas y levanta!"
Godfrey negó con la cabeza, y volvió a mirar fijamente a sus ojos.
-"¿SabÃas que, a pesar de los años que han pasado, recuerdo perfectamente cada peca de tu madre? Las mismas que tienes tú... Al igual que tus ojos, te miro y la veo a ella..."
-"¡Cállate de una maldita vez, joder! -gritó Viggo echándose las manos a la cabeza, tratando de taparse los oÃdos, aunque de fondo, seguÃa escuchando a Godfrey hablar de su madre - ¡Ahora sà eres un maldito cadáver porque voy a acabar contigo para que cierres la boca de una puta vez!"
-"¡Si lo tocas, ella morirá! -habló Theodor apareciendo justo detrás de su vástago- Ahora tienen un vÃnculo, y todo el daño que le estás ocasionando a él, lo está sintiendo ella."
Viggo miró, atónito, a su padre, no podÃa creer lo que acababa de escuchar, su chica ahora era una de ellos... Negó con la cabeza, nervioso, sin levantar la vista de Godfrey, que aún seguÃa de rodillas en el suelo, retrocedió varios pasos, y finalmente habló:
-"¡Tú! ¡Tú ni eres mi padre mi eres nada! ¡Te postras ante mi fingiendo que serÃas incapaz de hacerme daño y sin embargo acabas de clavarme el puñal más doloroso en el corazón! ¡No vuelvas a llamarme hijo en tu puta vida, porque no lo soy! ¡Eres escoria! ¡Basura! ¡Ojalá algún dÃa te alcancen los primeros rayos de sol y te abrases en el puto infierno!"
Asà habló, y sin más rodeos, dió media vuelta, y enfurecido, se perdió entre la densidad del bosque, mientras, entre la niebla acechante, de fondo, podÃa escucharse al lobo aullar de dolor.
-"Es mejor asÃ, -dijo Theodor- entremos."
-"¿Qué es mejor as� -preguntó Godfrey entre tartamudeos mientras de levantaba y se plantaba frente a su amo- ¡Me acabas de joder la puta vida! ¡Tú y tu puto egoismo de mierda! ¡Dime, ¿qué ganas con esto?! ¿¡Hundirme?! ¿¡Acaso no ves que ya estaba en la mierda más absoluta?!"
-"¡Lo he hecho por ti, para pretegerte de ese lobo! ¡Porque tu hijo no puede ser un puto lobo!"
-"¡A mi hijo me lo robaron mientras enterraban mi alma en la misma tumba que mi mujer! ¡Él no tiene la culpa de ser cómo es! ¡Pero yo soy su padre, y me da igual que sea un jodido licántropo o un puto pokemon, lo voy a querer igual! ¡Pero claro, te jode verme feliz! ¿Es eso? ¡Te molesta ver felicidad a tu alrededor! ¡Eres cómo un maldito tumor que va quemando y matando todo lo bonito que te rodea! Si... ¡Eso eres, el puto tumor de mi vida! Y te juro, ¡por la memoria de mi mujer!, ¡que si no fuera por la chica, me dejarÃa quemar sólo para ver cómo sufres, cómo lloras, cómo sientes ese dolor! Pero, por ella, por todo lo bueno que podré ofrecerle, no lo voy a hacer. Y tú, tienes un hijo en camino, Darla en unos meses dará a luz, espero... ¡Espero! Que a nadie le de por joderte cómo tu me acabas de hacer a mÃ..."
Con la respiración acelerada, y el calor del momento, sin decir, una sóla palabras más, Godfrey dejó plantado a su amo, para ir con Ania, y asà poder estar junto a ella en su conversión. Mientras Theodor, clavado en el suelo, acomplejado por cada palabra, ante aquel manto de estrellas, en aquella oscura noche que lo abrazaba, miró al suelo, no le salÃa la voz. Le habÃan dolido cada una de las palabras del rubio, sin excepción. Con la respiración entrecortada, brotó una lágrima.
¿Hace cuánto tiempo no se desahogaba por no parecer débil? Pero esa era la clave, no parecer vulnerable. Rápidamente, limpió aquella gota que lentamente rodaba por sus pómulos, y entró en la mansión, dirigiéndose al dormitorio.
Allà se encontraba Darla, frente a un bonito tocador lleno de maquillaje. Al verlo entrar, se levantó, y Theodor se dirigió a ella, no dijo nada, pero no hacÃa falta, ya lo hacÃa su cara por él. Sin dar pie a ninguna conversación, abrazó a su mujer, con fuerza, con cariño, con respeto, sintiéndo el calor de su cuerpo reconfortante mientras ella le devolvÃa aquel afecto. Era todo lo que necesitaba en aquel momento...