En Henford Bagley todos los amaneceres eran únicos y especiales. Los primeros rayos de sol se colaban tras una de las colinas más altas, formando un contraluz entre el dÃa y la noche, digno de fotografÃa, sin duda. Junto con el afluyente del rÃo, soplaba una ligera brisa, acompañada del chaporroteo originado por los peces que allà habitaban. Esa brisa, movÃa las copas de los árboles formando una melodÃa que hacÃa, sin duda, único aquel pintoresco pueblo. Miguel se apoyaba, cada mañana, en uno de los árboles, a las orillas del rÃo, y contemplaba, feliz, aquella maravilla que se le privó durante tantos siglos. ¿Era feliz? SÃ, lo era, y cada segundo que observaba aquel paisaje respiraba profundamente y sonreÃa. Esta vez, incluso, una lágrima rodó por su fino rostro. ¿Qué más podÃa pedirle a la vida?
Más tarde entraba en casa, y allà estaba ella, con una sonrisa, siempre sonriendo aquella pelirosa que le habÃa devuelto las ganas de vivir. Mientras ella tomaba su desayuno, Miguel le hacÃa el trabajo más duro con la granja, para más tarde acabar mano a mano con las últimas labores. Tecna le enseñaba todo, al mismo tiempo que reÃa, pues Miguel era bastante quejica a la hora de ponerse a hacer algo -"¡para lo que me he quedado!"- le decÃa siempre, lo que provocaba una situación pintoresca y divertida entre ambos.
Tras el trabajo, tocaba bajar al mercado del pueblo a vender todo lo producido. Miguel acompañaba a Tecna y la observaba atentamente, la forma que tenÃa de ganarse la vida, lo duro que trabajaba para tener algo tan modesto, y sentÃa orgullo, ¡esa era su chica!
Asà dÃa tras dÃa, desde que renació. Pero hoy era diferente. Miguel prometió a Tecna que la ayudarÃa a descubrir quién era ella, su verdadera naturaleza, y sólo podÃan acudir a una persona.
Llegaron en coche a una cabaña, bien escondida entre los bosques, pasada la frontera con Alemania. Una niebla extraña rodeaba aquella pequeña casa, como si de algún tipo de magia se tratase. Tecna estaba frente a ella encogida, realmente sentÃa temor, pues aquella oscuridad chocaba con su propia luz y le hacÃa sentir extraña, confundida.
Miguel apoyó su brazo sobre su hombro más lejano, y le hizo un gesto para avanzar, pues ella los estaba esperando, y asà hicieron.
Miguel entró primero, dejando unos pasos atrás a Tecna, para asegurarse que ambos eran bienvenidos.
-"No seais tÃmidos, -dijo Artemisia mientras se aproximaba a ellos una vez dentro de su salón- os estaba esperando."
-"Venimos por..."-empezó Miguel la frase, aunque la bruja le hizo un gesto para que dejase de hablar, y andó hasta quedar enfrente de Tecna.
-"HacÃa tantos siglos... ¡milenios! Que no veÃa a una cómo tú..."-le decÃa Artemisia mientras la rodeaba observándola
-"¿Una cómo yo? -preguntaba la pelirosa- Hemos venido precisamente a eso, para que nos digas qué soy..."
-"Lo sé... Sé a qué habéis venido, niña"
-"Pues deja de dar vueltas sobre ella y habla."- dijo un cortante Miguel
La bruja lo miró, desafiante, y habló:
-"¿Tienes prisa, Miguel? Pues no deberÃas. MÃrate, has sido el gran beneficiario, si tu antiguo amo te viera... -sonrió- Pero fÃjate, niña, estás temblando, no tengas miedo, pues no voy a hacerte daño. Dime, ¿la has visto a ella, a la reina?"
-"Dijo que era mi madre, y que tenÃa hermanas..."
-"Asà es. Al principio de los tiempos, nació ella, Menphis, tu madre. Hija de un Dios, considerada una deidad más, única dónde las haya, pues no existÃan más cómo ella. Durante años fue perseguida por su dulzura y su belleza, siendo objeto de deseo continuo por otros dioses y mortales. Dicha obsesión por ella determinó la creación de vuestra especie, pues Menphis quedaba embarazada continuamente. Habitábais bosques, rÃos... La naturaleza era vuestro hogar. Pero cuántas más érais, más oscuridad acechaba, pues los instintos en los hombres son primitivos. Os daban caza como trofeo, para gozo personal, os enecerraban, torturaban... ¿Necesitas qué siga? Finalmente, la especie se vió casi extinta, y Menphis tomó una drástica decisión, exiliaros en un plano astral paralelo. Desde ese momento, Menphis sólo cruza la penunbra para reproducirse, aunque cada vez se la ve menos, pues no nacÃa ninguna niña con el don desde hace más de quinientos años."
-"¿Sólo niñas?"-preguntó muy interesda Tecna
-"Ningún varón es digno de vuestra magia. Cuando el bebé nace de ese sexo, Menphis se encarga de él. Sin embargo, cuando nacen niñas, aunque no posean el don, las deja vivir, eso sÃ, en este plano terrenal. Sólo se queda con las pocas que nacen como ella, y tú, niña, has despertado ahora, por la lujuria descontrolada de un vampiro... Y tu madre no hace más que reclamar lo que es suyo."
Tecna quedó en silencio un breve periodo de tiempo, necesitaba similar toda la información que le acababan de dar...
-"¿Y mi padre?"- preguntó finalmente temerosa
-"Ningún hombre vive después de estar con ella..."-le dijo de forma forma bastante frÃa la bruja
La pelirosa tomó aire y miró a Miguel, éste le devolvió la mirada de complicidad, pues no estaba sola, y necesitaba decÃrselo de alguna forma.
-"¿Qué soy entonces?"
-"Niña... -respondió la bruja revoloteando sobre ella- Eres dulzura, eres belleza, eres pasión, eres vida, y la vida te llama, te recibe con los brazos abiertos. El bosque es tu hogar, escuchas hablar a los árboles, cantar al viento... Tecna, hija de Menphis, primera ninfa, diosa de la fertilidad y la vida, que tu luz nunca deje de brillar."
Miguel automáticamente miró a Tecna, estaba petrificada, muy despacio, ésta, giró su cabeza hacia el vampiro, no sabÃa muy bien cómo reaccionar, si su naturaleza era algo bueno o no. Una parte de ella buscaba una respuesta en los ojos de Miguel, aunque éste también estaba asimilando lo que aquello supondrÃa. Desorientada, salió de aquel lugar, corriendo,sin mediar palabra, dejando atrás todo.
Una vez fuera, siguió corriendo, saliendo de la magia que protegÃa aquella cabaña, y acabó a las orillas de un rÃo. Agotada, cayó al suelo, cerró los ojos, y respiró profundo. Algo en su interior se movÃa cada vez que el viento sacudÃa las ramas de los árboles, estaba sintiendo la magia de la que hablaba Artemisia, y no sabÃa si era una magia buena o no, pero si algo tenÃa claro, es que no cruzarÃa ningún plano astral, Henford Bagley era su hogar, su vida, y no se iba a mover de allÃ.
Mientras, dentro de la cabaña, quedaron Miguel y Artemisia, uno frente al otro.
-"No has venido sólo por Tecna, -comenzó la bruja a hablar- de lo contrario, ya habrÃas salido corriendo tras ella. Habla, Miguel."
-"Es por Agatha, está embarazada. Aún es pronto, pero en breve ese bebé tendrá conexión con su padre, lo llamará, y quiero impedirlo. Tienes que ayudarla."
-"MÃrate... ¿Te recuerda a ella, verdad?"
Miguel agachó la cabeza, debÃa intentar no entrar en una disputa por el bien y el futuro de Agatha, pero le dolÃa. Aún asÃ, con la cabeza frÃa, contestó:
-"Me hubiera cambiado por ella, pero no pude, me lo impidieron. Vi arder a mi hermana, condenada por falsa brujerÃa, y no voy a permitir ver arder a Agatha, no lo voy a permitir. Su caova me recuerda tanto a ella..."
-"PodrÃa retrasar ese vÃnculo padre-hijo, pero serÃa solo algo temporal, tarde o temprano, ese bebé buscará a su padre, y no habrá magia que pueda impedirlo."
-"Cuando eso suceda, yo estaré ahÃ, y estaré preparado. Lo juro."-dijo muy seguro de sus palabras Miguel
-"Perfecto, realizaré el conjuro en cuanto salgais de mi propiedad, eso sÃ, nada es gratis, Miguel DeCastro... Toma asiento, porque tenemos que hablar del pago. -Miguel obedeció y la bruja hizo lo mismo con una silla que tenÃa frente a él, y entre ambos, un escritorio lleno de cartas y especias varias- Dime, ¿eres feliz siendo libre? ¿Sin las garras de tu amo constantemente sobre tu cuello?"
-"Por supuesto, es lo que querÃa desde hace años..."
-"Pues lamento comunicarte, Miguel, que te va a tocar volver con él..."
-"¡¿Cómo dices?! ¡Ni loco vuelvo allÃ! ¡Me ha costado años conseguir mi libertad! ¡AÑOS! ¡Y no pienso desperdiciarla por un pago!"
-"¡¿Acaso piensas que te estoy pidiendo volver por un capricho mÃo?! ¡SE AVECINA UNA GUERRA! ¡Lo sabes perfectamente! ¡Si Sauron consigue despertar a Nazaret estamos perdidos! ¡El mundo arderá! ¡Las especies morirán sin control alguno!"
-"Tú puedes ver el futuro, dime qué ves... ¿Ella consigue despertar?"
-"El futuro que yo veo puede no ser certero, pues una acción, por Ãnfima que sea, no prevista por mi ojos, puede alterar el curso de todo. Nos ha tocado vivir una vida larga y acomodada, Miguel, pero en el futuro estamos todos, y no será tan placentera si no ponemos de nuestra parte. Y tú, vampiro, tienes un papel muy importante a desarollar, asà que cierra el pico y escucha con atención lo que voy a contarte, porque cada paso que des, será el pago por el bienestar de Agatha, y también del entorno que conocemos."
Miguel cerró la boca, y escuchó con atención, pues ahora mismo todo estaba en juego.
Más tarde, acordado todo con Artemisia, Miguel salió y se dirigió al coche, donde lo estaba esperando Tecna, apoyada en él.
-"Si que has tardado..."-le dijo ella que ya llevaba un buen rato esperando
-"Estaba viendo lo de Agatha, pero ya está todo solucionado."
-"Pues no traes muy buena cara..."
Miguel la miró, no dijo nada. Sacó las llaves de su bolsillo, abrió el coche, y se montó. Tecna sopló mientras miraba todo a su alrededor, ¿de verdad no iban a hablar? Ella necesitaba desahogarse, saber más, pero poco más podÃa aportarle el vampiro, pues jamás se habÃa cruzado con ninguna como ella, y nunca habÃa leÃdo o escuchado nada acerca de su especie. Miguel se percató del gesto de la de rosa, y no le quedó más remedio que calmarla:
-"Sube, te prometo, que buscaré información, libros, lo que sea que te pueda ayudar..."
Finalmente subió al coche.
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Los dÃas transcurrieron con normalidad durante los siguientes dos meses en Henford Bagley. Por el dÃa, Miguel iba a su antigua casa, aquella escombrera donde lo encontró Theodor, y poco a poco la fue reformando, hasta que finalmente, y con ayuda de las chicas y Kenai, la dejó lista para que Agatha viviera allÃ, junto con su bebé cuando éste naciera.
Por las noches, mientras Tecna dormÃa, se vestÃa, y hacÃa el amago de ir al coche, pues debÃa volver con su antiguo amo, pero no podÃa, algo dentro de él no querÃa volver a aquel lugar, algo dentro de él sabÃa que aquel pago no estaba bien moralmente. Asà pues, daba media vuelta y volvÃa a casa. Otra noche más sin cumplir su deber...
Pero, el trato con la bruja estaba realizado, Agatha vivÃa *feliz* en su nueva casa, y ese bebé que ya deberÃa haber estrechado un vÃnculo con su padre, no lo habÃa hecho, por lo que tarde o temprano tenÃa que cumplir su parte. Indeciso y desesperado, se tumbó en el sofá bajo la atenta mirada de Kira, que siempre estaba observándolo.
-"¡Déjame en paz, chucho!"- le dijo cabreado consigo mismo Miguel
-"Con mi perra no pagues tus mierdas."- le dijo una Tecna en pijama, recién salida del dormitorio
-"Pensaba que estabas durmiendo..."
-"Lo estaba, hasta que has llegado haciendo ruido y gritándole a Kira. -Tecna se acercó a él y le dió un golpe para que se sentara bien en el sofá, entonces ella también tomó asiento- Cada noche igual desde que fuimos a ver a aquella bruja, dime, ¿qué coño ocurre?"
-"No puedo contartelo, pero, digamos, que por darle margen a Agatha, yo me he puesto la soga en el cuello."
-"¿Es por algo que te ha pedido hacer? En estos meses, me has contado mil batallitas, y algunas eran... Escalofriantes, sin duda, ¿no habrás hecho cosas peores que la que te pidió? Y encima, es algo por un bien mayor, por tu amiga, ¿no lo harÃas por ella, por duro que sea?"
Miguel la miró y torció el morro, pero al mismo tiempo, dió un salto del sofá y volvió a coger las llaves del coche.
-"Tienes razón. Vuelve a la cama, descansa, yo volveré temprano, espero."
Tecna se levantó y le dió un beso em la mejilla, un beso que significaba "ten cuidado", un beso que significaba "te quiero", un beso que significaba "no te olvides de ayudarme a mà también".
El vampiro salió por la puerta, rumbo una vez más al coche, pero esta vez decidido, esta vez sin miedo.
Tras un par de horas en la carretera, llegó al que hasta hace meses, era su hogar, y decidido, y bajo la atenta mirada de todos los allà presentes, entró.
Se dirigió derecho al despacho de Theodor, y sin molestarse en llamar, cruzó la puerta. Allà estaba él, sólo, metido en sus libros antiguos y sus pergaminos. Levantó la mirada y lo vió, a él, a su vástago, al que creÃa muerto, por el que habÃa llorado en silencio.
Soltó de las manos todo lo que tenÃa y se levantó, sin quitarle la vista de encima. Paso a paso, cada vez más cerca. Miguel lo miraba, sin saber exactamente si iba a darle un abrazo o simplemente iba a saludar. Pero ninguna de ambas cosas, pues, en cuanto lo tuvo en frente, cerró el puño, y le dió con todas sus fuerzas en la cara, haciendo que éste cayera de rodillas al suelo.
-"¡HIJO DE LA GRAN PUTA! -gritó como un loco Theodor- ¡DESAGRADECIDO! ¡CÓMO TE ATREVES A PRESENTARTE ANTE MI VIVO!"
-"Yo también me alegro de verte."- le dijo Miguel mientras se levantaba y recobrada la compostura
Theodor dió media vuelta, y se paró detrás de su escritorio, pero se mantuvo en pie.
-"¿A qué has vuelto después de tanto tiempo?"
-"He... Estado de retiro espiritual. Pero aquà me hayo, frente a ti, libre."
-"¿Qué pasó?"-preguntó Theodor refiriéndose a la desvinculación
-"MorÃ. Pero el destino me ha dado una segunda oportunidad, el destino me quiere vivo, y al renacer, era libre. No tengo nada más que contarte, y no hay nada más que debas saber. -se sirvió en un vaso un wishkey que Theodor tenÃa sobre una repisa, y continuó- Ahora he vuelto, porque dejé algo pendiente, Sauron. No me he olvidado de él, ni del daño que puede hacer a nuestra comunidad, asà que, y sin que sirva de precedente, vuelvo ante ti para ofercerte mis servicios, para decirte que no voy a dejar de buscar a ese desgraciado, y, que cuando lo encuentre, le arrancaré la puta cabeza de su cuerpo."
-"¡Wow!- exclamó Theodor fingiendo sorpresa por aquellas palabras- ¿Has pasado todos estos meses escribiendo ese diálogo? -Se sirve otro wishkey- Dime, ¿desde cuando a ti, sucio gusano, te importa nuestra comunidad? Siempre has sido un vividor, un arrastrado, no me creo nada de ti. Ahora vete, y no vuelvas a pisar mi casa, porque no eres bien recibido."
Ante la crueldad de aquellas palabras, Miguel se mordió el labio, no era el momento de entrar en una guerra con Theodor, y él lo sabÃa, asà pues, dejó la copa de vino, y salió del despacho.
En la sala anexa, esperando, estaba Godfrey, que lo miraba sorprendido, pues todos lo daban por muerto, pero su cara denotaba una preocupación palpante, y no era otra que el estado de Agatha. A punto de abrir la boca para preguntar, apareció Darla, y éste se contuvo. Miguel la miró, y vió su nuevo estado, agachó la cabeza y salió de aquella casa, que durante tantos años fue su cárcel.
Cuando llegó al coche, frenó, se echó las manos a la cabeza, ¿de verdad algo de este absurdo plan podÃa salir bien? La reacción de Theodor era completamente lógica, estaba dolido, furioso, y, aún asÃ, algo dentro de Miguel le decÃa que habÃa sido benévolo con él.
Pero para su sorpresa, Theodor apareció tras él.
-"¿Tú sabes dónde está ella, verdad?" -le preguntó más relajado
-"Está bien, no necesitas saber más.- respondió Miguel dándose la vuelta y dejándose ver- He visto a Darla, al final lo ha conseguido, enhorabuena. -pero Theodor no respondió, sólo se miraban, y aquel silencio era bastante incómodo, asà que Miguel continuó para salir del paso- ¿Alguna vez la has querido? ¿A Agatha?"
Theodor agachó la mirada, ando unos pasos, y más relajado, se apoyó en el coche y habló:
-"No. Hubo un tiempo en el que creÃa que sÃ, que la querÃa, incluso, la he echado de menos, pero han pasado los meses, y cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de que no, que lo único que querÃa era no sentirme solo. Que me ardÃa el cuerpo cada vez que veÃa a Godfrey feliz, sonriendo, y mientras tanto yo estaba solo... No necesito que vuelva, sólo querÃa saber que estaba bien. Y tú, no te vayas si no quieres. Esta es tu casa, con o sin vinculación."
-"Gracias, supongo... Pero no me voy a quedar. Sólo habÃa venido a decirte que cuentes conmigo, que voy a buscar a ese capullo de Sauron, y que lo traeré ante ti para que le cortes la cabeza, o hagas con él lo que quieras, pero este ya no es mi sitio."
-"Y como es lógico no me vas a decir en qué agujero estás metido... Ya veo..."
Miguel, en ese momento, cogió las llaves del coche, y cuando fue a entrar en él, se detuvo y pensó en ella. Le prometió a Tecna ayudarla, pero, ¿cómo? Theodor aún estaba allÃ, asà que dió media vuelta y habló:
-"¿Has visto alguna vez una ninfa?"
-"¿Una ninfa? -devolvió la pregunta extrañado- ¿Para qué quieres saber acerca de ellas?"
-"Nada, curiosidad. El otro dÃa leà sobre ellas, y ya sabes, nacà curioso y asà sigo."
-"Pues no. Nunca he visto a ninguna. Aunque también he leÃdo sobre ellas... Deidades inferiores, creadoras de vida... ¡Vida! ¿Imaginas lo que podrÃa aportar a cualquiera que beba de ellas?"
-"No... Para nada. Ni idea... -dijo un Miguel regocijado en su interior- Bueno, ahora sà me voy. Supongo que al saber que soy bienvenido me pasaré más a menudo, y si descubro algo de Sauron, te aviso."
-"El coche se queda. Es mÃo."- expresó serio Theodor refiriéndose al audi que llevaba Miguel
-"No, el coche me lo quedo que me lo he ganado por soportarte tantos años." -rieron ambos, hasta que finalmente Miguel se montó, y desapareció de allÃ.