AmanecÃa un nuevo dÃa tras una noche intensa. Agatha se sentÃa confundida, alterada... ¿Qué habÃa pasado? ¿Porqué se dejó llevar ante, aquel ser, su amo, al que tanto despreciaba? Necesitaba relajarse. Salió con el coche y se dirigió a un pequeño pueblo comercial que habÃa cerca de la gran ciudad. Paseó durante un buen rato por sus calles, dando mil vueltas al mismo tema: Theodor.
Tras deambular por aquella zona, viendo todos, y cada uno de los escaparates, decidió entrar en una de las tiendas, recordando, como no, la frase que hace dos noches le dijo su amo: "Cómprate un vestido bonito, irás al eclipse con nosotros", siempre él en su cabeza...
Echó un vistazo a todo lo que habÃa en la tienda, zapatos, bolsos... Hasta que se detuvo en uno de los percheros, dónde estaban los vestidos. Los habÃan de todas las formas y colores: largos, cortos, negros o de color... Todo era cuestión de probar.
A lo lejos, pero dentro de la misma tienda, una chica rubia la observaba. Se trataba de Emma, la amiga de Ava, la cuál habÃa reconocido a la pelirroja tras aquel encuentro que todas tuvieron, no hace mucho, en la terraza de un local. TÃmidamente, se acercó a Agatha.
-"Ho...Hola."-dijo finalmente tras pensarselo durante varios segundos
Agatha seguÃa mirando vestidos, asà que, sin nisiquiera mirarla, le contestó:
-"No necesito ayuda, gracias."
-"No... Yo no trabajo aquÃ. -suspiró profundamente- Soy Emma, la amiga de Ava. -Agatha se giró al escuchar el nombre de su amiga- Igual no me recuerdas, nos conocimos hace poco..."
-"SÃ... Si me acuerdo de ti..."-le contestó la hÃbrida mirandola fijamente con cara de poker
-"Te he reconocido cuando has entrado, y, la verdad, no sabÃa si acercarme o no... Pero, tranquila, no te robaré mucho tiempo. Sólo quiero saber cómo está Ava... He intentado llamarla en varias ocasiones y no me contesta. Espero que esté bien..."-le dijo Emma con una cara de preocupación real
-"Ava está bien, creo.- dudó al darle aquella respuesta, ¿realmente Ava estaba bien? No tenÃa ni idea, pero podÃa sentir el dolor de Emma, en cierta forma, empatizó con ella, pues, también estaba reocupada por su amiga, asà que, prosiguió- Si te parece, Emma, te invito a un café en el local de enfrente, y charlamos mejor sobre el tema.."
Emma aceptó de buen grado, y ambas se dirigieron a la cafeterÃa, "más tarde miraré los vestidos" pensó Agatha.
Una vez allÃ, tomaron asiento y rápidamente les atendieron. HabÃa cierta tensión entre las dos, pues, desde que salieron de la tienda de ropa no habÃan abierto la boca, salvo para pedir en la cafeterÃa. El pedido llegó rápido, y, tras varios sorbos, Emma rompió el hielo:
-"Gracias por invitarme. ¿Sabes? No sabÃa si hablarte antes o no..."
-"Bueno, supongo que pensarás que soy un ogro, o algo asÃ... -dió un sorbo al sturbucks y suspiró- Yo también la echo de menos..."
-"¿También la echas de menos? ¿Pero tu no eras su amiga?"-peguntó la rubia
-"Si... Pero bueno, se podrÃa decir que últimamente estamos algo distanciadas..."
-"Pero... Entonces, ¿no sabes si está bien o le ha pasado algo?"
-"Lo único que te puedo decir, es que, conoció a alguien, y lo dejó todo por él..."
-"Joder...-renegó Emma- Pues podrÃa responder al menos, estaba realmente preocupada..."
-"No se lo tengas en cuenta. El amor a veces nos ciega..."-conforme dijo la última frase, la misma, retumbó sobre su cabeza, y acto seguido, se le vino su amo a la mente... "¿Pero qué me está pasando?", pensó una vez más
Charlaron durante un buen rato más. El tiempo pasó rapido, estaban agusto la una con la otra, pero, se estaba haciendo tarde, llegando el sol a su hora más caliente, el medio dÃa.
Salieron de allÃ, seguÃan charlando, atentas entre ellas. A lo lejos, una pareja se acercaba, distraÃda también.
Todos estaban bajos el fujo se su propia conversación, asà pues, llegó lo inevitable, la chica de pelo rosa chocó contra Agatha, cayendo ambas al suelo.
-"¡PodrÃas llevar más cuidado, niña!"- exclamó Agatha mientras se levantaba
Por otro lado, el chico que acompañaba a la pelirosa, ayudó a levantar a su acompañante caÃda, mientras ésta murmuraba "Será borde..."
-"Ya, Tecna, déjala."-le dijo a la chica mientras la arrastraba para alejarla de allÃ
Agatha y Emma siguieron su camino, tocaba despedida.
-"Bueno, me tengo que ir, no se me puede hacer tarde para entrar a trabajar.-dijo Emma- Si Ava se pusiera en contacto contigo, por favor, dÃmelo. Me gustarÃa saber que está bien..."
-"Descuida, te avisaré en cuanto sepa algo..."-le dijo mientras se abrazaban
Dejando a un lado a las chicas, nos desplazamos junto con la pareja anterior. Ellos siguieron su camino rumbo a los muelles, pero Tecna, la chica pelirosa, seguÃa quejándose por el golpe...
-"Es que me dice que lleve cuidado, ¿y ella hacia dónde miraba?"-se quejaba
-"Gente borde siempre te vas a encontrar, simplemente déjalo pasar. -le dijo él- Al fin y al cabo, no vas a volver a verla nunca más, no merece la pena que le des vueltas..."
Llegaron a los muelles, y con las vistas al gran lago sin final que tenÃan frente a ellos, se acurrucaron.
-"Gracias, John, por todo. Por calmarme cuando me altero. Por aydarme a salir de la granja. Por traerme aquÃ..."
-"HarÃa todo por ti..."
-"Lo sé."-afirmó ella para, acto seguido, fundirse en un tierno beso frente a aquella brisa que les golpeaba los cuerpos
Y, es que, como cualquier persona, aquella chica pelirosa tan peculiar, tiene un pasado, y, para poder contar su futuro, necesitáis saberlo.
Huérfana de nacimiento, fue abandonada siendo un bebé en la puerta de un orfanato, en Suiza, y allà estuvo encerrada hasta cumplir los dieciocho años, pues, en aquel lugar, no existÃan las excursiones, ni la sociabilización con el exterior, todo acontecÃa dentro de sus muros, y nada se escapaba. Si tenÃas suerte, podÃas ser adoptado, pues semanalmente, la directora de aquella "cárcel", hacÃa un tour por las instalaciones a los futuros padres interesados en adoptar. ¿Los afortunados? Niños, generalmente, no mayores de siete años, alegres, integrados...
Todo lo contrario a lo que era Tecna, pues, ni un sólo amigo tenÃa dentro de aquel lugar, ¿qué podÃa hacerla feliz entonces? Era ilógico pensar que podrÃa si quiera sonreir. Siempre sola, apartada del resto, viendo los dÃas pasar ante ella...
Vió, durante sus dicisiete años de vida, a todos, y cada uno de sus compañeros, abandonar aquel lugar, felices junto a una familia. Ella sólo rezaba por cumplir la mayorÃa de edad para poder ver el mundo que la rodeaba.
Cuando nadie la veÃa, entraba a la sala de la directora, y buscaba chats para hablar con gente, allà conoció a Derek, el que ella pensaba en ese momento que era el amor de su vida. Mayor que Tecna un año, le prometÃa a la pelirosa rescatarla de aquel lugar cuando ésta cumpliera los dieciocho, y asà hizo. El uno de agosto, mismo dÃa de su dieciocho cumpleaños, Derek la estaba esperando en la puerta de aquella prisión, junto a su coche. "¡Qué guapo es!", pensaba constantemente Tecna.
Juntos viajaron a Berna, capital de Suiza, dónde él tenÃa un pequeño piso alquilado. Aquella ciudad era cautivadora, preciosa. Tecna nunca habÃa visto nada que no fuera el orfanato, asà que estaba totalmente entusiasmada, a la par que enamorada, aquel chico, sin duda, era su salvador.
Estuvieron juntos durante tres años, tres años de completa pasión y lujuria, pues ambos se complementaban muy bien. Camarera de un pequeño café, ayudaba con los gastos durante ese tiempo. Hasta que un dÃa, salió antes de lo esperado de trabajar, y cuando llegó a casa se encontró la pesadilla de cualquier persona enamorada: ver a su hombre, a su amor, a su media naranja, en la cama con otra chica...
Nuestra chica no se molestó ni en hacer las maletas, pues su corazón le quemaba por el dolor que sentÃa. Con lo puesto, y el poco dinero que llevaba encima, cogió el primer autobús que salÃa de la capital, y, tras largas horas montada en él, acabó en un pequeño pueblo montañoso, cerca de San Galo, aún dentro del paÃs, pero próximo de la frontera alemana. Henford Bagley se llamaba aquel pueblo, y allà bajó.
Rota por el dolor, sin apenas dinero, y lejos de todo aquello a lo que tanto habÃa amado, a Tecna, le costó empezar de cero. Durante dos largos, y duros años, estuvo trabajando sin cesar para conseguir lo que hoy en dÃa tiene: una pequeña casita con su granja y, lo más importante, su independiencia. Y junto a ella, su fiel compañera, su amada perra Kira.
Durante este tiempo, la pelirosa se aficionó a compartir sus frustraciones cerca de una buena botella de ron, ya sea en casa, o en el bar del pueblo.
Un dÃa, precisamente en aquel bar, entró por la puerta alguien que llamó su atención. Nunca antes, en su primer año en aquel pueblo, habÃa visto a ese hombre. Pero, esa mirada fija en ella... Esos ojos brillando aquella noche de cielo despejado, la estaban llamando, le hablaban. Era confuso para ella, pero bastante atractivo a la par. Trevor se llamaba.
Desde esa noche, y durante el siguiente año, practicamente a diario, ambos se encontraban cuando caÃa el sol en un profundo sueño, y daban rienda suelta a aquella atracción que sentÃan el uno por el otro. No importaba el lugar, no importaba nada más que fuese ajeno a sus cuerpos. Sólo importaba el deseo y que las estrellas fuesen testigo de ello.
Seis meses después de conocer a Trevor, llegó al pueblo el sobrino de un matrimonio que vivÃa allÃ, John. Roto por la pérdida de su madre, y, sin relación con su padre, dejó de lado su trabajo en el buffet de abogados dónde trabajaba, para aislarse del dolor y conectar con él mismo.
Henford Bagley era bastante pequeño, y todos sus aldeanos se conocÃan entre sÃ, incluida ya nuestra pelirosa, y eso hizo que, tanto John como ella, no tardaran en coincidir. Conectaron enseguida, y más allá de lo fÃsico, entre ellos, estaba lo espitirual, una conexión profunda basada con unos cimientos sólidos, el cariño y el respeto.
¿El problema? Tecna era incapaz de desprenderse de ninguno de los dos. Necesitaba la pasión descontrolada de Trevor, a la vez que la seguridad y estabilidad de John...
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-"¿En qué piensas?"-le preguntó John después de observar cómo la mirada de Tecna se perdÃa entre las cristalinas aguas de aquel lago que atravesaba la frontera con Alemania
-"En nada. -respondió ella devolviéndole la mirada junto con una sonrisa- DeberÃamos volver, los dÃas cada vez son más cortos y la noche entrará enseguida..."