Capítulo 14

Las primeras luces del alba asomaban por las colinas. Poco a poco, pequeños reflejos de un intenso brillar se colaban por las ventanas de la domus. Ava se despertó y miró el otro lado de la cama. Estaba vacío. Se incorporó pensando que todo había sido un sueño.

Que volvía a su normalidad, pero entonces entró la doncella, la miró y sonrió. Nada era un sueño.

La esclava la vistió y salió en busca de Lucius, quién estaba en el patio, solo, de pie, frente a la nada, pensativo.

Ava se acercó a él dándole los buenos días. Estaba feliz.

-"No llevas uniforme."-le dijo

-"No tengo guardia. Hoy Marco se encarga de todo. Confío plenamente en él."

-"Pues entonces podríamos salir, pasear... Me muero por que me enseñes más rincones de este lugar."

Lucius sonrió y aceptó encantado.

No había mucho que mostrar de aquella pequeña ciudad, así que caminaron por los alrededores un largo rato. Un río, con un caudal moderado, quedaba en la parte izquierda, pero aún así, en aquel lugar predominaba el secano. Hacía bastante calor para ser otoño. Al poco, llegaron a un pequeño templo, y pararon frente a él. Aquellas columnas gigantes, hechas de un fino mármol, aquellos frisos decorados con batallas épicas, dejaron a Ava sin palabras, maravillada. Lucius la miró y sonrió.

-"Es el templo a nuestra diosa, Venus."

-"¿Es la diosa del... amor?"-preguntó Ava con ciertas dudas

-"Del amor y la fertilidad. Junto con mi esposa, rezabamos mucho a la diosa, para que nos diera la gracia de poder tener hijos. Pero Livia marchó antes de que ella nos lo condeciera."

Ava giró su mirada al General, dejando atrás tan glorioso templo. Vio dolor en sus ojos. Un anhleo real por tener familia. Pero, ¿qué podía decirle? No le salieron las palabras. Siguieron caminando, llegando a otra edificación, menos grandiosa, sin cuidados aparentes, pero con el mismo encanto.

-"¿Y este lugar?-preguntó Ava parándose frente a él- Es... Cautivador."

-"Estaba aquí cuando nos asentemos en esta tierra."

-"¿Podemos entrar?"-preguntó Ava con cierto entusiasmo. Lucius aceptó.

Entraron a aquel lugar. La vegetación tenía un importante papel en él, y, en el centro, una fuente. Pararon frente a ella, en silencio. Ava cerró los ojos, sólo escuchaba el sonido del agua caer y topar con energía contra la misma que previamente se había depositado. Si se concentraba aún más, podía sentir la respiración de Lucius, podía sentir su corazón latir.

-"Estoy feliz de estar aquí, contigo.-le dijo Lucius tras un buen rato en silencio- Lo mejor que me ha podido pasar es tu regreso."

-"Lo mejor que me ha podido pasar es estar aquí."-le respondió ella

Ambos se sentaron sobre el húmedo suelo, y es que, aunque aquel lugar estaba descuidado, invitaba a relajarse en él.

-"Cuéntame cómo has acabado aquí, Ava."

-"Supe de ti a través de los sueños. He soñado contigo durante semanas. Cada noche, cerraba los ojos, y estabas tu. No sabía si eras real, pero ahí estabas, marcando mi presente."

-"¿Has dicho semanas?-preguntó confuso Lucius. Cerró los ojos acompañado de un gesto de dolor y un gran suspiro- Creo que ya estoy entendiendo la situación..."

-"¿A qué te refieres, Lucius?"

-"La muerte de mi mujer, tus sueños... Igual me equivoco, pero todo está conectado en el mismo periodo de tiempo.- Todas las piezas estaban encajando en la cabeza del General. Hace semanas su mujer perdió la vida, el mismo tiempo que Ava comenzó a soñar con él. Pero necesitaba un nexo, algo se le estaba escapando. El gesto de su cara cambió. Un terror inminente invadió sus ojos, su mirada. No podía ser... ¡Cómo iba a ser! - ¿Cómo has acabado aquí, Ava?-preguntó con una seriedad capaz de paralizar el corazón de la joven

-"Pues...-comenzó bastante echada para atrás- Es difícil de explicar... El tipo que os ataca, Theodor, es un vampiro. También me atacó a mi. Cuando me recuperé, Agatha y yo busquemos a una bruja y ella me trajo aquí."-dijo Ava resumiendo la situación y cojiendo carrerilla en cada una de las palabras que soltó

Ante aquello, Lucius, atónito, se echaba las manos a la cabeza. Apenas había entendido todo lo que Ava le contó de golpe, pero una palabra se clavó en él: bruja.

-"¡UNA BRUJA!- gritó de forma desmedida al volver en sí mismo- NO TIENES NI PUTA IDEA DE LO QUE HAS HECHO. Joder..."-Se levantó de allí bruscamente dejando a Ava aún sentada en el suelo, y sin darle opción a la réplica, se marchó de aquel lugar

-"Yo sólo buscaba estar a tu lado..."-dijo Ava mientras veía al General marcharse de aquel lugar como alma que lleva el diablo

Rápidamente lo siguió hasta la domus, y aunque no paraba de llamarlo para que frenase y le diese una explicación, éste hacía caso omiso a las súplicas de Ava. Se encerró en la habitación, dando un portazo y dejando fuera a Ava, quién lloraba desconsoladamente sin entender qué estaba pasando. Lucius, en cambio, se mantenía firme. Una vez consiguió estar solo en aquella habitación, cerró los puños con fuerza, los ojos le acompañaron. Una lágrima rodó por sus mejillas perdiéndose entre la barba, y recordó todo.

TRES SEMANAS ATRÁS

Se encontraba en una cueva, oscura, pero mágica. Pequeños tonos morados y rosáceos invadían cada rincon de aquel estraño lugar. Frente a él, un pequeño estanque. Los murciélagos sobrevolaban la zona y podían verse los peces que habitaban tan cristalinas aguas. Entonces apareció ella.

-"Sabía que vendrías. -dijo Artemisia- Yo siempre soy necesaria. -No obtuvo respuesta del General- Supongo que si estás aquí es porque aceptas el trato."

-"Has sabido engañarme. Me has guiado por un camino que nada tenía que ver con el mío, y ahora no me queda otra."

-"Vayamos al grano, pues. ¿Aceptas el trato?"

-"Necesito saber cuáles serán las consecuencias si acepto."-dijo decidido el General

-"Soy incapaz de decirte el precio. -respondió la bruja- Pero llegado el momento, sabrás qué te ha costado... Ahora necesito que lo digas, necesito que aceptes."

Lucius se mantuvo en silencio unos segundos. Sabía que nada bueno saldría de ahí. Que lo peor estaba por llegar. Pero, ¿qué podía hacer? Ahora tenía un nuevo cometido, algo que iba más allá de lo terrenal, más allá de ganar batallas y conquistar ciudades. Los dioses le querían a él, y en ellos debía confiar, aunque estos tomasen formas poco divinas.

-"Acepto."-dijo finalmente

Artemisia sonrió. Poco a poco se quitó la ropa que la acompañaba para quedar completamente desnuda ante Lucius. El General entendió aquello. Se quitó su armadura y la echó a un lado. Ni una palabra articuló.

Volteó a la bruja y la tiró al suelo, abalanzándose sobre ella. Sus fuertes golpes hacían que Artemisia chocara contra el suelo una y otra vez. No había cariño. Ni siquiera respeto. Sólo sexo y dominación.

Tras su encuentro con la bruja, se dirigió a casa. Buscó a su mujer por todas las estancias de la domus. No estaba. Preguntó a la esclava, y ésta le dio indicaciones de que su esposa había salido, seguramente se encontrara en el establo. Ante aquello, todas las alertas de Lucius se activaron. La noche estaba bien metida como para que su mujer anduviera sola por aquellas calles tan oscuras. Fue corriendo a buscarla.

Las puertas del establo estaban abiertas, debía estar allí. La llamó. No obstuvo respuesta. Corrió al interior y allí estaba. Un gran charco de sangre cubría parte del suelo, y sobre él, su mujer, Livia.

Los caballos estaban inquietos en sus caballerizas. Relinchaban sin cesar. Lucius se acercó al cuerpo de su mujer, aún estaba caliente, pero no tenía pulso.

Intentó reanimarla con sus manos, aunque éstas le temblaban cual hoja movida por el viento. Todos sus esfuerzos fueron en vano. Ya sa había ido.

Lloró. Lloró desconsoladamente sobre el cuerpo de su mujer, maldijendo una y otra vez a aquella bruja. Se había marchado la felicidad de su vida, el alegría de su alma. No era justo.

Cogió su cuerpo en brazos, cubriéndose él mismo por la sangre que aún derramaba el cuerpo de Livia. La magia de aquel trato ya se cobró el precio establecido, llevándose una vida, y rompiendo un alma. Aunque dos mil años más tarde, aquellos ojos de belleza sublime despertarían para volver a su lugar...