Cap.2 Orígenes (2ºparte)

Junto a su “reina”, Astaroth, gobernó durante años en armonía, y los otros miembros de la trinidad no podían sino arrodillarse ante tan magnificencia creada a partir del dolor, aunque dicha “tranquilidad” tenía fecha límite…

Juntos engendraron dos hijos: Djall, el mayor y primogénito, fuerte como la sólida piedra de una montaña, sabio y justo como el mismísimo nacimiento de la propia vida…; y Demorng, el menor, cuyas cualidades brillaban por su ausencia y basaba su fuerza en la mentira, astuto cual zorro para el engaño, con ínfulas de superioridad…

Al igual que su madre, se alimentaban exclusivamente de sangre, y no podían salir a la luz del día… La noche era su marca, su hogar… Conforme iban creciendo, iban adaptando habilidades únicas que los hacían diferentes… El dominio de la noche y los seres que habitaban en ella, especialmente los murciélagos, la velocidad sobrehumana, la fuerza sobrenatural, la capacidad de manipular la mente a su antojo…

Ambos hijos, en su edad adulta, ya eran capaces de convertir a los mortales a la especie vampírica. Y así lo hicieron… Djall, consiguió un clan bastante numeroso, entre los que se encontraban Petar y Daria, mujer de la que se enamoró locamente, al igual que ella de él… Y Demorng, lejos de mejorar sus penosas cualidades y hacerse con un clan, se dedicaba a tejer oscuridad sobre su propia familia…

Mientras su hermano hilaba el mal, Djall entrenaba e impartía justicia entre los suyos… Aunque la mayor parte del tiempo se lo dedicaba a Daria… cuando se miraban, un fuego interno recorría ambos cuerpos, una sola caricia de cualquiera de los dos hacía estremecer al otro… Las mismísimas olas del mar eran capaces de frenar su furia cuando sus miradas se cruzaban… Y es que, lejos de poder desencadenar la pasión entre ambos, debían esperar… Pues una antigua bruja, cuando se percató de la pasión y el amor de ambos les avisó: “nada bueno saldrá si concebís un hijo antes del próximo eclipse”…

Pero todo se truncó, pues bajo un manto estrellado mientras la aurora boreal iluminada la oscura noche, ambos dieron rienda suelta a su amor, incapaces de esperar más tiempo… Daria quedó embarazada. Ambos estaban felices por la noticia, el fruto de su amor florecía en el vientre de la vástaga de Djall, pero en la cabeza de este no cesaban de retumbar las palabras de la bruja…

Mientras transcurría ese embarazo, la trinidad estaba cada vez más distanciada, demasiadas diferencias en la toma de órdenes, y una mano negra, llamado Demorng, cada vez más metido en la misma oscuridad…

Distanciados entre ellos, y a las puertas de una clara guerra entre los diferentes bandos, Astaroth no podía permitir que su gran poder acabara en las manos del resto de príncipes, así pues, elaboró una delicada gema dónde guardaría su más preciado y oscuro poder, y se la entregó a su primogénito suplicándole que se marchara de aquel lugar con su familia…

Djall partió con Daria y sus vástagos lejos, y la guerra estalló… Astaroth cayó rompiendo así la trinidad, pero no fue el único, pues su hijo Demorng, al igual que sus pocos vástagos a los que incitó a aquella guerra, también perecieron en la batalla, quedando impunes y reyes del infierno Belcebú y Lucifer. A Nazaret, incapaz de acabar con ella y su oscura y maldita alma, la encerraron en un misterioso lugar bajo mil maleficios para que jamás pudiera salir.

Lejos de ahí, y tras ocho meses, Daria se puso de parto precipitado, augurando así la desdicha de la pareja, pues, pereció dando a luz a un varón llamado Theodor, ante un profundo lamento por parte de Djall, quién lloraba lágrimas de sangre viendo cómo se había cumplido la maldición de aquella bruja… En sus brazos, un pequeño bebé en el que un padre roto maldecía su misma existencia una y otra vez…

Aquel niño creció siempre en la más profunda oscuridad, sin una simple mirada de cariño por parte de su padre, un gesto… Nada.

Djall odiaba a ese niño tanto cómo odiaba a la bruja que predijo aquel embarazo, y poco a poco fue consumiendo al vampiro en un agujero del que era imposible salir…

Su aspecto cada vez más desgastado y tétrico, impropio de su especie y su linaje, auguraba el mismo final que tuvo su amada años atrás, pero siendo previsor, y ante la repulsión que le daba mirar a su propio hijo a la cara, hizo un trato con una joven aprendiz de bruja, Artemisia, y le concedió su vida a cambio de que alejara la gema de Astaroth de su joven hijo… Pues cada vez más consciente de lo que era la soledad, Theodor empezó a germinar una personalidad muy oscura en él… Sus ojos, que un día fueron los mismos que los de su madre, cambiaron de aspecto, acto tras acto, luciendo un tono más demoníaco; sus actos repulsivos empezaban a aflorar y con ellos su verdadera personalidad… Por sus venas corría más sangre demoníaca que de un vampiro…